LA VOZ DE LOS ELEGIDOS EN LAS REDES SOCIALES
Opinión |Pablo Antúnez
El Homo sapiens, por naturaleza, tiende a predecir de manera anticipada
los fenómenos que lo rodean o al menos le gusta pensar que lo puede hacer. Es de las cosas más atrayentes e interesantes del hombre racional;
no obstante, existen dos clases de hombres bajo esta perspectiva: (1) quienes
usan la razón y los sentidos para intentar explicar los fenómenos, y 2) quienes
usan parcialmente los sentidos para explicar las cosas. En este último grupo
encaja la mayoría de quienes se asumen como correctores políticos en los tiempos actuales.
Podría decirse que Juzgar en público es una sutil confesión de ciertas debilidades y fortalezas. Pero el prejuicio es diferente. El
prejuicio es una formulación anticipada de un concepto sobre algo o sobre alguien. Muchas veces
sin conocer las causas ni las consecuencias. Sin conocer a la persona. Sin considerar la naturaleza o las circunstancias. El prejuicio se niega. Es una sombra que aniquila y mata. Por esta razón los correctores políticos, y en particular, los que se asumen como
“los elegidos” y portavoces de los planteamientos económicos, éticos y estéticos en turno, lo niegan.
El elegido necesariamente debe usar una máscara porque carece de identidad ideológica. El elegido también
usa máscara porque todos los elegidos la usan. El elegido emite el juicio sin
quitarse la máscara porque de otro modo no tendría valor de hacerlo.
Al elegido también le duele el prejuicio. Lo tortura, lo roe
y busca algún alivio. En esta era digital, el elegido tiene a la
mano un medio fácil: las redes sociales. El elegido debe esperar como una hiena
para atacar en grupo. Siempre en grupo. Por regla general, un personaje
público. La víctima debe estar herida, de otro modo, el elegido es incapaz de atacar.
No se atreve. No tiene valor.
El elegido niega y oculta que tiene un prejuicio porque sabe
que lo disminuye como persona. Que lo hace menos. Por eso se justifica. Por eso usa las palabras co-rrec-tas según los planteamientos económicos, éticos y estéticos en turno. Al elegido no le interesa cambiar su conducta sino las palabras porque busca la aprobación social.