Esta vez incluimos el texto íntegro de Aristegui Noticias, publicado el 1 de octubre de 2013
El 22 de julio de
1968 policías granaderos reprimieron una riña entre alumnos de la Vocacional 5
del Instituto Politécnico Nacional y la preparatoria particular Isaac
Ochoterena. Los agentes irrumpieron en las vocacionales 2 y 5, hiriendo a
profesores y alumnos. Tres días después, la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM) se declaró en huelga indefinida.
Tras la represión
que el cuerpo de granaderos propinó a jóvenes del IPN y de la Preparatoria 2 de
la UNAM, así como a miembros del Partido Comunista el 26 de julio de 1968, estudiantes
del IPN en solidaridad declararon un paro de actividades. En un pliego
petitorio demandaron la excarcelación de los estudiantes detenidos, así como
indemnización a los lesionados.
El 29 de julio, el
conflicto se extendió por toda la Ciudad de México, mientras las autoridades
pretendían calmar el ánimo previo a los Juegos Olímpicos que iniciaron el 12 de
octubre de ese año. Hubo autobuses quemados, se paralizó el transporte público,
además, de que autoridades de seguridad reportaron artefactos explosivos y
combustible en escuelas.
En este contexto de
represión y descontento en toda la comunidad universitaria del país, el
Ejército irrumpió la Escuela Nacional Preparatoria 1 (el actual Colegio de San
Ildefonso): de un bazucazo, destruyó la puerta, para así iniciar la presencia
militar en el conflicto, autorizada por el entonces presidente Gustavo Díaz
Ordaz. No obstante, el secretario de Defensa Nacional, Marcelino García
Barragán afirmó que el atentado fue responsabilidad de los estudiantes: una
explosión interna.
La relevancia del
movimiento repuntó cuando, el 1 de agosto el rector de la UNAM, Javier Barros
Sierra encabezó una manifestación de alrededor de 80 mil universitarios y politécnicos,
en protesta por la represión y en demanda de la liberación de los estudiantes
presos. Sobre avenida de Los Insurgentes, la mayor autoridad universitaria
proclamó la frase “únete, pueblo”. Entonces se conformó el Consejo Nacional de
Huelga (CNH) para establecer que las escuelas estarán en huelga, pero no en
paro activo; habrá tres representantes por plantel, y para rechazar la
presencia de organizaciones ajenas a la comunidad escolar.
En ese momento,
quedó formalizado en los seis puntos de un pliego petitorio:
1. Libertad de todos
los presos políticos.
2. Derogación del
artículo 145 del Código Penal Federal.
3. Desaparición del
cuerpo de granaderos.
4. Destitución de
los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiolea y A. Frías.
5. Indemnización a
los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto.
6. Deslindamiento de
responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.
No obstante, el
Ejército continuó con sus ocupaciones en las escuelas, plazas públicas del
centro de la capital del país y las calles. Lo que deviene en un entorno de
detenciones arbitrarias, asesinatos y lesiones para estudiantes y la sociedad
civil.
Barros Sierra
mantuvo sus reclamos y acusó que no recibió notificación de la ocupación
militar de las ocupaciones militares, además denunció que fue víctima de
injurias y difamación. Hasta que anunció su renuncia el 23 de septiembre de
1968.
“Al decidirse a
defender la autonomía, Barros Sierra legitimó al movimiento estudiantil y lo
lanzó por una dirección desconocida: lo sacó del ‘ghetto’ de los radicales y lo
incorporó al terreno de los principios de la defensa de la autonomía y la
Constitución… Ya no era un grupito de estudiantes radicales, sino la masa
plural de ciudadanos que defendía principios frente a la brutalidad policíaca”,
dice el analista Sergio Aguayo en el libro 1968. Los Archivos de la violencia.
El 1 de octubre de
ese año, el Ejército desocupó todas las instalaciones de la UNAM y el IPN que
mantuvo tomadas, como un movimiento estratégico previo a la masacre del día
siguiente en la Plaza de las Tres Culturas.
MATANZA DE TLATELOLCO
1 comentarios:
Muchas gracias por este trabajo, lo compartí con mis alumnos y estoy segura de que les servirá mucho para contextualizar lo que pasó y quizá resignificarlo o por lo menos, no olvidarlo.
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