Del libro "Mi casa se ha vuelto ave"
Pablo
M. Antúnez
esa, la
que un día te defendió
de
las miradas cabronas de la mañana
hasta
sentías
que
todas las mañanas quemaban tu piel con sus ojeras.
¡Cierra
la ventana con la perla más ajena!
luego
abúsame
con la oscuridad temprana de tu boca.
Reconstrúyame
la herida.
con
los jejenes
que
levantan un altar
todas
las mañanas
desde
tu roce ancestral
-lindo
salario para mi sed-.
Tu
piel;
calor de locura
flor avara
-descarada-
¡Oh, Dios!
tu desnudez me mata
tu desnudez me mata
-linda
bestia que muerde-.
¡Clávame
un cielo!
con
el evangelio de tus ojos salvajes
que
espinan demasiado.
Incinera
a mi silencio con la rosa mística
que
cargas en tus siglos,
luego
enséñame
a respirar ése castigo delicioso
y al final
vuelve a mí a través de
tu rostro
y quédate así
por siempre, para
siempre.
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