¿QUIERES
CAMBIAR AL MUNDO?
Odio
a los poetas. Los odio.
|Elma
Correa
Odio
a esos poetas jóvenes, ilusos, que abanderados por Mario Benedetti ladran
versos sin sentido destinados a cambiar el mundo. Se les puede encontrar, con
megáfono o sin él, sobre todo en los camiones, aunque los hay que de pronto
resultan ubicuos e infestan plazas, cafeterías, monumentos y debajo de las
piedras; porque ellos, a pesar de haber nacido al final de los años ochenta o
durante los noventa, han descubierto el “arte acción”, y les parece muy
contracultural y antisistema contaminar los espacios públicos con sus berridos.
Es que están llevando la Poesía a quien no la tiene. Ah.
Se
les puede encontrar también en las escuelas de letras, denostando a sus
maestros, el programa de estudios y la burocracia escolar, pero incapaces de
redactar una tarea sin faltas de ortografía. Son amantes de los puntos
suspensivos porque piensan que llenan sus textos de misterio y sensibilidad,
acusan al Estado de marginarlos por sus ideales y se autopublican en plaquettes y
ediciones cartoneras con títulos como Las llamas de mi fuego, Mi corazón
se desmorona, o La poesía invade mi ser.
No
les gusta leer para no contaminarse. Los únicos escritores que conocen son
Sabines y Sabina. La trova los conmueve hasta las lágrimas y les incita a
continuar con su labor. Todos se parecen. Los odio por igual.
Los
peores son los poetas jóvenes que, además de conciencia social, tienen
conciencia ecológica. Son los que escriben poesía verde dando voz a los
lamentos de la pachamama. Los odio. Son los que poniendo el ejemplo sobre el
cuidado del agua, pueden pasar mes y medio sin bañarse.
Odio
a los poetas de mediana edad. Los odio. Esos que ganaron un certamen municipal
o una beca estatal y llevan su libro de 1998 a todas partes. Esos que no se
pierden ningún evento cultural porque son los únicos momentos en que pueden
beber vino, aunque sea barato, y alardear acerca de su próxima obra maestra,
esa que llevan escribiendo la mitad de su vida y que revolucionará el lenguaje
y nuestra manera de ver a los árboles y las flores. Esos que son titulares en
el taller de creación literaria de la universidad local, los editores de la
revista de la universidad local; y que participan en toda presentación,
conferencia, seminario, charla o debate de la universidad local donde haya café
y surtido rico de Gamesa, así sea sobre las últimas investigaciones
veterinarias acerca del moquillo en las razas mestizas.
Los
odio.
Odio
a las señoras ultrasensibles que visten huipil, rebozo y tacones de doce
centímetros, esas que organizan los recitales para las glorias del pueblo y
aprovechan los últimos minutos de la velada para leer sus sentidos pensamientos
y reflexiones en rima sobre la importancia de la niñez, la fealdad de los
pobres y el crimen del aborto. Las odio. Odio sus libros impresos con dinero de
sus amigas, la Chiquis Corcuera, la NenaVildosola, la Beba Videgaray
y las otras chicas del bingo; esos libros cuya portada es una foto panorámica
de la playa, con la autora en primer plano, alzando sus brazos al sol del
amanecer.
Odio
a los poetas. Los odio.
Odio
a los poetas viejos, esos envilecidos por la vida literaria de provincia. Esos
que creen que la credencial del Insen les otorga por default el paso
a la gloria y posteridad. No importa que no tengan talento. No importa que no
hayan publicado en los últimos veinte años. Esos que sobreviven impartiendo
talleres por todo el país en donde les pagan por trabajar los textos de los
participantes, pero que se dedican a vociferar contra la institución que los
contrató, a maldecir a los funcionarios que firman sus cheques y a romper las
ilusiones de los asistentes con frases del tipo: “¿Quién te dijo que esta
cochinada es poesía?”, “Tú no sabes escribir, dedícate a la carpintería”,
“¿Dónde esta mi dentadura?”, o “Esa de las tetas grandes, ¿cómo se llama?”.
Los
odio.
Odio
a los poetas hipsters, los que sueñan con publicar en La
Tempestad y bailan sonidero. Esos que citan a Walser por lo que han leído
en Wikiquotes. Los que en las cantinas de mala muerte conversan con los
borrachos del lugar para sentir la miseria humana de primera mano, y les
pagan una ronda antes de arrancar su automóvil híbrido. Esos que llegan a
sus lecturas en bicicleta, luciendo intencionalmente desaliñados,
acompañados de una trophy girlfriend anoréxica y disléxica.
Los
odio.
Los
odio a todos.
Pero
odio mucho más a los artistas multidisciplinarios.
Fuente:
Revista Tierra Adentro
Elma
Correa. Es narradora. Becaria del pecda Baja California 2010-2011 en la
categoría de letras. Ha publicado en diferentes revistas del país..
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