|Arte, Literatura y algo más|
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HA MUERTO COPO DE NIEVE

|Everardo Ramírez Puentes

 
Ha muerto Copo de Nieve. Tuvo una triste y lenta agonía entre el feroz aleteo de las moscas verdes que huelen la grave densidad de la muerte. Pudo morir bajo el viejo laurel que mi madre alguna vez en su juventud plantó. Pero Copo de Nieve fue, como una lenta y desmadejada marioneta, porque hay momentos en la muerte muestra su helado aliento de comedia, a quedar varado sobre un montón de tierra bajo la inútil protección de un durazno deshojado. Copo de Nieve murió, como todos los gatos mortales que no tienen siete vidas sino una. Habría muerto ignorado en un hueco de las horas donde ya nadie se asoma, para ver la última y triste mirada de un gato viejo a punto de morir, sin un testigo que narre su partida. Era el 2 de noviembre y las almas danzaban entre el crujir de las ramas y el ruido amarillo de las hojas.
Copo de Nieve, un gato famélico sin ningún rasgo de hermosura, salvo sus ojos profundos donde la eternidad dormía como un niño, llegó un día después de la muerte de mi madre.
Mi padre lo acogió y le dio el hogar que su deshilachado esqueleto reclamaba. Fue feliz en la familia y dos años después estuvo en la partida de mi padre.
Copo de Nieve entraba y salía de la casa a veces solo y otras acompañado de una rebelión nocturna de maullidos. No tenía nada, solo una ligera hinchazón en la garganta una dura nuez de hierro que le impedía comer o beber agua.
Todo fue muy rápido. Se fue apagando la luz brillante de sus ojos y ya por la noche sin un testigo para narrar la trágica llegada de la muerte, se fue solitario entre la música tierna de los grillos. Copo de Nieve se hubiera ido como cualquier gato y nadie o casi nadie lo recordaría, pero una vez cuando murió mi madre, mi padre...