Novedades de Mantis Editores

Novedades editoriales de Mantis editores

"Casa de muñecas", de Gilberto Lastra Guerrero (Col. Terredades; Mantis editores y el Instituto de Cultura del Estado de Durango, 2012).


"Ártico", de Esther Galindo (Col. Terredades; Mantis editores y el Instituto de Cultura del Estado de Durango, 2012).




"Los arlequines mudos", del poeta cubano Nelson Simón; selección de Luis Aguilar, ilustraciones de Servando Cabrera Moreno. Cabe mencionar que Nelson Simón estará este año en FIL GDL, en el Salón de la Poesía.




"Aguas aéreas", de Néstor Perlongher (Col. Liminar, Mantis editores y UANL, 2012), prólogo de Roberto Echavarren, e ilustraciones de Eduardo Mejorada.



"La costurera y el muñeco viviente / The Seamstress and the Living Doll", de Beatriz Hausner, traducción al español de Julio César Aguilar.







Presentación de la revista Luvina


Luvina
Revista literaria de la Universidad de Guadalajara

invita a la presentación de su número 69


con la participación de 
Jorge Edwards
Óscar Hahn
Silvia Eugenia Castillero

Domingo 25 de noviembre, 19:00 horas
Salón José Luis Martínez de Expo Guadalajara

FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA



Lectura del poema no sé callar este temblor (fragmentos)

|Arte, literatura y algo más| 


C   E   L   E    B    R   A

         20 mil visitas del libro 

"Mi casa se ha vuelto ave" en la red

~~~Views: My ebook 11 514 Issu: 9990~~~ 

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Video N. 2: Fragmentos del poema 
           "No sé callar este temblor"
           En la voz de Jesús Ángel
                  (Madrid, España)
      Jesús Ángel es locutor de radio 
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Banda Ancha: Una Agenda Hacia Adelante

Banda Ancha: Una Agenda Hacia Adelante

Por Ernesto Piedras
ernestopiedras@epiedras.net
Twitter: @ernestopiedras


Hoy día es posible hablar en el mundo de un ser humano con conectividad, adopción tecnológica, consumos de servicios de telecomunicaciones, equipamientos, etc. cada vez más intensivos. En efecto, esa acentuación en servicios y bienes de soporte y acceso de telecomunicaciones, nos delinea una sociedad cada vez más integrada por una suerte de Homo-Telecom. Afortunadamente, México no se abstrae de dicha tendencia. Si comparamos nuestros consumos con los de diez o quince años atrás, encontramos que hemos pasado de tener una línea fija y acaso un fax, a una situación en donde cada vez más personas tienen gastos por dos líneas telefónicas en casa y servicio de Internet de banda ancha. De manera similar, las empresas son cada vez más intensivas en servicios de transmisión de datos, voz, videoconferencia y todo tipo de operación en red, para sus procesos de planeación, administración, abastecimiento, producción, venta y distribución de mercancías y servicios.


Sabemos que hoy en México la participación de sector en el PIB total alcanza niveles en la vecindad del 5%, habiendo aumentado desde niveles inferiores a 1% en fechas no tan lejanas como 1990.


Sin embargo, en cuanto a las Tecnologías de Información y Comunicaciones (TIC) pareciera que no existe aun pleno convencimiento en diversas esferas, como la gubernamental, la académica, la del aparato productivo y la social en general. Para algunos, todavía, estos servicios pueden lucir como suntuarios u ornamentales, no de productividad, competitividad y bienestar social. Establecerlas como una prioridad implica el reconocimiento de la importancia de sus servicios de manera transversal para la sociedad y la economía. Así, la conectividad que se deriva de este sector constituye un insumo esencial para la producción, inversión, empleo, comercio, etc.


Por ello, debemos seguir en el empeño de ubicarlo en el centro de la arena académica, gubernamental, legislativa y de las políticas públicas.






Una Aproximación Cuantitativa a la Banda Ancha en México


La evolución del Internet en México, como en la mayor parte del mundo, ha sido casi exponencial, con tasas de crecimiento que rebasan los dos dígitos, adquiriendo cada vez mayor importancia para el desarrollo económico de toda nación. De esta forma, el segmento de internet de banda ancha fija en México presenta una tasa de crecimiento anual de 14.4% con respecto a septiembre de 2010, lo que representa 13.03 millones de conexiones al tercer trimestre del año.


Sin embargo, a pesar de estas elevadas tasas de crecimiento, México se encuentra rezagado conforme a los estándares internacionales de penetración de dicho servicio. La penetración de Internet de banda ancha fija alcanza escasamente 12 conexiones por cada 100 habitantes al cierre del 2011, cifra muy inferior a la de nuestros principales socios comerciales. Además ésta se encuentra limitada por la baja penetración de computadoras en el hogar ya que sólo 29% de los hogares en México tienen computadora y 21% cuentan con internet. Este preocupante resultado revela la falta de acceso a servicios tecnológicos que vive la población mexicana, lo que se traduce directamente en una merma en la productividad, tanto de la industria como de la economía en su conjunto.


Por su parte, el Internet móvil ha tenido un importante auge a nivel mundial durante los últimos años. La creciente oferta de smartphones y reducción en precios de los planes de datos ha generado una nueva tendencia de mercado enfocada en la movilidad y la conectividad permanente. Al cierre del tercer trimestre del año, 8.8% del total de las líneas móviles contaban con algún plan de datos, lo que significa que 8.6 millones de usuarios tienen acceso a la red a través de sus dispositivos móviles.


La estadística comparada internacional ubica a México con bajas velocidades de BA, altos precios, atribuibles a una elevada con una alta concentración de mercado (61.2% de las conexiones fijas y 70% de las líneas móviles). Todo esto repercute directamente sobre el bienestar de la población, ya que los elevados precios impiden a los estratos más bajos de la población el acceso a estos servicios.


Una Política Pública Integral para la Banda Ancha

No resulta excedido insistir que hoy día pareciéramos vivir con una confusión o una indecisión con respecto al tipo de sector de telecomunicaciones que necesita nuestro país, y su consecuente indefinición nos cuesta mucho en términos de competitividad y de bienestar social.

Seguimos careciendo de la capacidad que han mostrado nuestros principales rivales comerciales para ajustarnos a las nuevas condiciones económicas y tecnológicas, con adecuaciones y reformas regulatorias y legales en el campo de las TIC.

Es importante pero también urgente pensar transversalmente en estos temas de las Telecomunicaciones y las Tecnologías de la Información.


¿Cómo? De forma tal que al delinear políticas educativas, se haga en términos del Siglo 21, con conectividad, que no abandone los recursos valiosos de la educación tradicional, pero que se refuerce con ideas como un libro de texto electrónico, aulas digitales, recursos y contenidos en línea, capacitación magisterial remota, etc.

También que como todo gobierno nacional, estatal o municipal, que se pronuncia por ser intensivo en la generación de empleo, lo haga con un enfoque de capital humano de alta productividad, como la que resulta de las TIC. Y así sucesivamente para todos los temas de la agenda nacional, como son la seguridad, la salud, el crecimiento económico, el desarrollo integral, la cultura y todos los demás, pero basados mas y fortalecidos con estos beneficios del, que parece ya imparable, progreso tecnológico.

Para todo lo anterior, es necesario contar con una Política Pública (PP) Integral para las Telecomunicaciones y las tecnologías de la Información. Una Política Pública (PP) se puede describir como el conjunto de actividades de las instituciones de gobierno, actuando directamente o a través de agentes, para el fomento y apoyo de un sector económico o social de destacada importancia, con el fin de tener una influencia determinada sobre la vida de los ciudadanos.

Y la pregunta aquí es si existe en México ese conjunto de medidas articuladas con la fortaleza institucional, que ameriten llamarse una Política Pública para las telecomunicaciones. La respuesta es negativa, categóricamente no.

Si acaso existen una serie de acciones y medidas, relativamente conectadas, que se basan en una arquitectura institucional que a todas luces resulta insuficiente. Y eso por no mencionar la desatención que prevalece desde el gobierno federal y los estatales hacia los temas de telecomunicaciones como interconexión, concesiones, competencia, política fiscal de fomento, por mencionar algunos solamente, así como sus efectos sistémicos sobre la economía y la sociedad (generación de empleo, crecimiento económico, salud, educación).

El mercado por sí solo puede y hace mucho, pero no lo logra todo. Una PP efectiva debería, de una vez por todas lograr la competencia efectiva, más allá de discursos y litigios. Pero también debería llegar a toda la población, con instrumentos también efectivos y hasta imaginativos, pero no lo hace.


Algunas Reflexiones Finales

Desde el inicio de su difusión masiva, se ha reconocido a las telecomunicaciones y las tecnologías de la información como un recurso que permite a sus usuarios traspasar fronteras geográficas, culturales y jurisdiccionales para el acceso y difusión de la información así como para el intercambio comercial.

El reto más grande que enfrentamos colectivamente es el de gestar políticas que promuevan el progreso económico y el despliegue de infraestructura, al paso que mantengan un enfoque orientado al mercado del desarrollo del Internet y los servicios IP lo cual se puede lograr a través de la elaboración de una política pública integral, una política de Estado, basada en las TIC.

Requerimos en México una política pública enfocada a incrementar el uso democrático de las TIC encaminado a robustecer el desarrollo económico y social del país, con el fin de mejorar el crecimiento económico y el bienestar social, es decir, el desarrollo económico integral.

En México nos encontramos por debajo de nuestro potencial en el uso y la disponibilidad de las TICs, así como con respecto a nuestros principales socios comerciales e incluso al compararnos con otros países de condiciones similares.

Es por ello que resulta hoy un elemento de preocupación del Gobierno, de la Industria de las TIC, de la Academia y de la Sociedad en general, complementar la acción del mercado para por medio una Política Pública en términos de Agenda Digital, expandir la cobertura y mejorar la distribución de la infraestructura lo largo y ancho del territorio nacional, fomentar la baja de su precio de uso basado en una creciente competencia y, con todo, de los servicios de de dichas redes se derivan.

50 autores que fueron rechazados y alcanzaron la fama



Compartimos este listado que nos remite Edith Checa. Al final citamos la fuente principal.

                                                                 
Por Abel Amutxategi
                                     
El miedo al fracaso es uno de los obstáculos más duros a los que tiene que hacer frente un escritor.

De hecho, diría que el miedo al fracaso es uno de los obstáculos más duros a los que tiene que hacer frente cualquiera a la hora de luchar por alcanzar sus sueños.
Como en el particular caso de la literatura este fracaso suele adoptar la forma de un rechazo editorial, he querido listar en esta entrada a estos 50 importantes escritores que fueron rechazados, no por una, sino por muchas editoriales.
Si ellos lo consiguieron… ¿por qué tú no?

Dr. Seuss: El editor de Dr. Seuss rechazó un total de 16 originales suyos antes de aceptar uno de ellos. La lista completa de títulos en inglés la podéis leer en este enlace.
William Golding: ‘El señor de las moscas’ de William Golding fue rechazado 20 veces antes de ser publicado.
James Joyce: El ‘Ulises’ de James Joyce fue calificado como obsceno y eso hizo que fuera rechazado por varios editores.
Isaac Asimov: Muchas de las historias de Asimov fueron rechazadas hasta el punto de llegarse a perder después de no haber podido ser vendidas.
John le Carre: La primera novela de John le Carre, ‘El espía que surgió del frío’, fue dada de lado por los editores porque le Carre “no tenía ningún futuro como escritor”.
Jasper Fforde: Jasper Fforde tuvo que soportar 76 rechazos antes de conseguir publicar ‘El caso de Jane Eyre’.
William Saroyan: No estoy seguro de que en el libro Guinness de los Records haya un apartado para esto, pero William Saroyan recibió la friolera de 7.000 rechazos antes de conseguir vender su primer relato breve.
Jack Kerouac: Algunos de los trabajos de Kerouac fueron rechazados por pornográficos.
Joseph Heller: Joseph Heller escribió una historia de adolescente que fue rechazada por el New York Daily News.
Kenneth Grahame: ‘El viento en los sauces‘ en principio no iba a ser publicado jamás, y fue rechazado en los Estados Unidos antes de ser publicado en Inglaterra.
James Baldwin: ‘La habitación de Giovanni‘ de James Baldwin fue calificada de “tan mala que no cabe ninguna esperanza“.
Ursula K. Le Guin: Un editor le dijo a Ursula K. Le Guin que ‘La mano izquierda de la oscuridad‘ era “demasiado complicada“.
Pearl S. Buck: La primera novela de Pearl Buck, ‘Viento del este, viento del oeste‘, fue rechazada por todos los editores de Nueva York… menos uno.
Louisa May Alcott: A Louisa May Alcott le dijeron que siguiera trabajando como maestra porque no tenía futuro como escritora.
Isaac Bashevis Singer: Isaac Bashevis Singer fue rechazado por muchos editores… antes de ganar el Premio Nobel, claro.
Agatha Christie: Agatha Christie tuvo que luchar durante 4 años para conseguir que alguien publicara su primera novela.
Tony Hillerman: A Tony Hillerman le dijeron que se deshiciera “de todas esas historias de indios“.
Zane Grey: Zane Grey decidió autoeditar su primer libro después de haber recibido varias docenas de rechazos.
Marcel Proust: Marcel Proust fue rechazado tantas veces que decidió pagar a alguien de su propio bolsillo para que le publicara.
Jack Canfield and Mark Victor Hansen: ‘Sopa de pollo para el alma‘ fue rechazado 134 veces.
William Faulkner: Su libro ‘Santuario‘ fue tildado de “impublicable“.
Patrick Dennis: ‘Mi tía y yo‘ fue rechazada por 17 editores.
Meg Cabot: La autora de la serie ‘El diario de la princesa‘ guarda una saca de correos llena de cartas de rechazo.
Richard Bach: 18 editores pensaron que un libro sobre una gaviota esa algo ridículo antes de que alguien decidiera publicar ‘Juan Salvador Gaviota‘.
Beatrix Potter: ‘The Tale of Peter Rabbit‘ (conocido como ‘El cuento de Perico el conejo travieso‘ en España y ‘El cuento de Pedrito Conejo‘ en Hispanoamérica) tuvo que ser autoeditado por la propia autora.
John Grisham: Su novela ‘Tiempo de matar‘ fue rechazada por 16 editoriales antes de conseguir que un agente leyera el manuscrito… y también lo rechazara.
Shannon Hale: Shannon Hale fue rechazada muchas veces antes de que  Bloomsbury se decidiera a publicar ‘La princesa que hablaba con el viento‘.
Richard Hooker: El libro que inspiró tanto la película como la serie de televisión M*A*S*H* fue rechazado por 21 editoriales.
Jorge Luis Borges: En el caso de Borges el rechazo vino de mano de algunos editores extranjeros que dijeron que su obra era “totalmente intraducible“.
Thor Heyerdahl: Fueron muchos los editores que consideraron que ‘Kon-Tiki‘ (best-seller traducido a 66 idiomas) no era lo suficientemente interesante como para merecer ser publicado.
Vladmir Nabokov: ‘Lolita‘ fue rechazada por 5 editoriales que tenían miedo de ser perseguidas por obscenidad antes de que la novela se publicara en París.
Laurence Peter: Laurence Peter tuvo que soportar 22 rechazos antes de alcanzar el éxito con ‘El principio de Peter‘.
D.H. Lawrence: ‘Hijos y amantes‘ fue rechazado… y al autor no le sentó demasiado bien que digamos.
Richard Doddridge Blackmore: Su ‘Lorna Doone‘ fue rechazado 18 veces antes de ser publicado.
Sylvia Plath: Muchos de los poemas de Sylvia Plath fueron rechazados por los editores.
Robert Pirsig: ‘Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta‘ fue rechazado 121 veces antes de que millones de lectores pudieran disfrutar de él.
James Patterson: Patterson fue rechazado por más de una docena de editoriales antes de que un agente que encontró en un periódico consiguiera vender su manuscrito.
Gertrude Stein: Gertrude Stein pasó 22 años enviando sus poemas a los editores antes de que ninguno de ellos fuera aceptado.
E.E. Cummings: E.E. Cummings mencionó en el propio libro a los 14 editores que rechazaron ‘No Thanks‘.
Judy Blume: Judy Blum no recibió nada más que rechazos durante dos años antes de lograr ser publicada.
Irving Stone: ‘Anhelo de vivir‘, de Irving Stone, fue rechazado por 16 editoriales diferentes.
Madeline L’Engle: La obra maestra de Madeline L’Engle, ‘Una arruga en el tiempo‘ fue rechazada por 26 editores por ser, según ellos, “demasiado diferente”.
Rudyard Kipling: En una de las cartas de rechazo que recibió, a Kipling le dijeron que no sabía usar el lenguaje inglés.
J.K. Rowling: J.K. Rowling envió el manuscrito de Harry Potter a 12 editoriales… rechazándolo todas ellas.
Frank Herbert: Antes de llegar a la imprenta, ‘Dune‘ fue rechazado 20 veces.
Stephen King: Stephen King destruyó su primera novela larga después de que ésta fuera rechazada, y la segunda tampoco fue apreciada por las editoriales. Sólo consiguió publicar a partir de su tercera novela, la famosa ‘Carrie‘.
Richard Adams: Las dos hijas de Richard Adams le animaron a publicar ‘La colina de Watership‘ en formato libro, pero parece que las 13 primeras editoriales con las que contactó no fueron del mismo parecer.
Ana Frank: ‘El diario de Ana Frank‘ fue rechazado por un total de 15 editoriales antes de ver la luz.
Margaret Mitchell: ‘Lo que el viento se llevó‘ fue rechazado 38 veces… todo un ejercicio de paciencia por parte de la autora.
Alex Haley: El autor de ‘Raíces‘ escribió día tras día durante 8 años antes de alcanzar el éxito.

El listado es de Abel Amutxategi. 
Fuente: Como escribir un libro (http://www.comoescribirunlibro.com/)

Escribir - Susan Sontag

Compartimos un texto de Susan Sontag publicado en www.nexos.com.mx 

                         E s c r i b i r

                                                |Por Susan Sontag


Leer novelas me parece una actividad de lo más normal; escribirlas, en cambio, es algo tan extraño... Eso, al menos, es lo que pienso, hasta que recuerdo la solidez con la que una y otra se relacionan. (No hay aquí generalidades con blindaje. Sólo unas cuantas observaciones.)

En primer lugar, porque escribir es practicar, con singular intensidad y atención, el arte de la lectura. Escribes a fin de leer lo que has escrito, revisar si está bien, y como nunca lo está, desde luego, para reescribirlo —una, dos, tantas veces como sea necesario, hasta obtener algo cuya relectura puedas admitir—. Uno mismo es su primer lector, tal vez el más estricto. “Escribir es someterse al juicio de sí mismo”, anotó Ibsen en la cubierta de uno de sus libros. Difícil imaginar la escritura sin la relectura.

Pero, ¿acaso lo que uno escribe de una tirada nunca está del todo bien? Sí, claro: a veces, incluso más que bien. Lo cual sólo sugiere, al menos para esta novelista, que en un examen más atento, o en voz alta —es decir, en otra lectura— podría ser todavía mejor. No digo que el escritor deba preocuparse y sudar a fin de producir algo bueno. “Lo que se ha escrito sin esfuerzo, en general, es leído sin placer”, dijo el doctor Johnson, y la máxima parece tan alejada del gusto contemporáneo como su autor. Sin duda, mucho de lo que se ha escrito sin esfuerzo entrega placer en abundancia. No, la cuestión no es el juicio de los lectores —que bien pueden preferir la obra de un escritor más espontáneo, menos elaborado— sino un sentimiento de los escritores, esos profesionales de la insatisfacción. Uno piensa: si puedo alcanzar este punto en la primera vuelta, sin demasiado esfuerzo, ¿no podría ser todavía mejor?

Y aunque esto, la reescritura —y la relectura— suenan como un esfuerzo, constituyen de hecho la parte más placentera de la escritura. A veces, la única parte placentera. Al ponerse a escribir, si uno tiene presente la idea de la “literatura”, resulta formidable, intimidante. Una inmersión en un lago helado. Después viene la parte cálida: cuando ya tienes algo que trabajar, mejorar, editar.

Digamos que es una mezcolanza. Pero tienes la oportunidad de arreglarla. Intentas ser más claro. O más profundo. O más elocuente. O más excéntrico. Intentas ser fiel a un mundo. Quieres que el libro sea más amplio, que tenga más valía. Quieres elevarte por encima de ti mismo. Quieres elevar el libro por encima de las barreras de tu mente. Como la estatua se encuentra sepultada dentro del bloque de mármol, la novela se encuentra dentro de tu cabeza. Intentas liberarla. Intentas llevar la materia desdichada de la página más cerca de lo que piensas que tu libro debiera ser —lo que sabes, en tus espasmos de exaltación, que puede ser—. Lees las oraciones una y otra vez. ¿Este es el libro que yo estoy escribiendo? ¿Esto es todo?

O digamos que va bien, porque, en efecto, va bien a veces (de lo contrario, en algún momento perderías la razón). En eso estás, y aun si eres el más lento amanuense y el peor de los mecanógrafos, un rastro de palabras se ha compuesto y tú quieres continuar. Y después lo relees. Quizá no te atreves a sentirte satisfecho, pero al mismo tiempo te gusta lo que has escrito. Descubres que obtienes placer —un placer de lector— con lo que está en la página.

Escribir consiste, a fin de cuentas, en una serie de licencias que uno se da a sí mismo para ser expresivo en ciertas formas. Para inventar. Para saltar. Para volar. Para caer. Para encontrar tu propia característica manera de narrar y de insistir; o sea, para encontrar tu propia íntima libertad. Para exigirte, sin desollarte demasiado. Sin detenerte a releer con demasiada frecuencia. Permitirte, si te atreves a pensar que fluye bien (o no del todo mal), sencillamente continuar remando. Sin esperar el impulso de la inspiración. Desde luego, los escritores ciegos nunca pueden releer lo que dictan. Quizás esto sea menos importante para los poetas, quienes suelen elaborar en su mente la mayor parte de su escritura antes de poner cualquier cosa en el papel. (Los poetas viven del oído mucho más que los prosistas.) Y la ceguera no significa que no se hagan revisiones. ¿No imaginamos a las hijas de Milton, al finalizar cada día del dictado de El paraíso perdido, releer todo a su padre en voz alta y enseguida anotar sus correcciones? En cambio los prosistas —que trabajan en una maderería de palabras— no pueden retenerlo todo en su cabeza. Necesitan ver lo que han escrito. Aun aquellos escritores que parecen los más notables y prolíficos deben sentir esto. (Así, Sartre anunció, al perder la vista, que sus días de escritor habían concluido.) Pensemos en el corpulento, venerable Henry James, caminando de un lado a otro en una habitación de la Casa Lamb, mientras compone en voz alta, para una secretaria, La copa dorada. Si descontamos la dificultad de imaginar cómo la prosa tardía de James pudo ser dictada en absoluto, no menos que el estrépito de una máquina de escribir Remington circa 1900, ¿no damos por hecho que James releía lo que se había mecanografiado, y que se prodigaba en sus correcciones?

Hace dos años, cuando me convertí de nueva cuenta en una paciente de cáncer y tuve que suspender mi trabajo en la casi terminada In America, un amable amigo de Los Ángeles, al conocer mi desesperanza y miedo de ya nunca terminarla, me ofreció tomar un permiso en su trabajo para venir a Nueva York, permanecer conmigo lo que fuera necesario y poner por escrito mi dictado del resto de la novela. Cierto que los primeros ocho capítulos estaban listos (es decir, reescritos y releídos muchas veces) y yo había comenzado el penúltimo capítulo, y sentí que tenía completo el arco de esos dos últimos capítulos en mi cabeza. Y sin embargo, sin embargo, tuve que rechazar su oferta, generosa y conmovedora. No era sólo que yo estuviera ya demasiado confundida por un drástico coctel de quimioterapia y cantidades de calmantes para recordar lo que planeaba escribir. Necesitaba la posibilidad de ver lo que escribía, no sólo escucharlo. Necesitaba la posibilidad de releer.

Habitualmente, la lectura antecede a la escritura. Y el impulso de escribir es casi siempre estimulado por la lectura. La lectura, el amor por la lectura, es lo que te hace soñar en convertirte en escritor. Y mucho después de convertirte en escritor, leer los libros que otros escriben —y releer los queridos libros del pasado— constituye una distracción de la escritura irresistible. Distracción. Consuelo. Tormento. Y, claro, inspiración.

Desde luego, no todos los escritores admitirán esto. Recuerdo que una vez le comenté a V. S. Naipaul algo sobre una novela inglesa del siglo XIX que yo adoraba, una novela muy conocida, y di por hecho que él, como todos mis conocidos interesados en la literatura, la admiraba igual que yo. Pero no, él no la había leído, me dijo, y al ver la sombra de la sorpresa en mi rostro añadió con severidad: “Yo soy un escritor, Susan, no un lector”.

Muchos escritores que han dejado de ser jóvenes proclaman, por razones diversas, que leen muy poco y, a decir verdad, que encuentran en cierto sentido incompatibles a la lectura y la escritura. Para algunos escritores tal vez lo sean. No me corresponde juzgarlo. Si el motivo es la ansiedad de ser influido, entonces me parece una preocupación vana, superficial. Si el motivo es la falta de tiempo —sólo hay tantas horas al día, y las que consume la lectura son sustraídas, como es evidente, de aquellas en las que uno podría escribir— se trata entonces de un ascetismo al que yo no aspiro.
Perderse a sí mismo en un libro, esa vieja frase, no es una fantasía ociosa sino una realidad adictiva, ejemplar. Virginia Woolf dijo memorablemente en una carta: “A veces creo que el cielo debe ser una lectura continua, inacabada”. Sin duda la parte celestial es —de nueva cuenta, en palabras de Woolf— que “la condición de la lectura consiste en la eliminación total del ego”. Por desgracia, nunca nos despojamos del ego, así como tampoco podemos pasar por encima de nuestros propios pies. Pero ese arrebato incorpóreo, la lectura, semeja un estado de trance que basta para hacernos sentir sin ego.

Como la lectura, la lectura arrebatada, la escritura de ficción —el habitar en otros seres— también se experimenta como perderse a sí mismo.

Hoy todo mundo prefiere pensar que la escritura sólo es una forma de introspección. También llamada expresión personal. Si se supone que ya no somos capaces de sentimientos altruistas genuinos, se supone que no somos capaces de escribir acerca de nadie, salvo de nosotros mismos.

Pero no es cierto. William Trevor se refiere a la audacia de la imaginación no autobiográfica. ¿Por qué no escribir para escapar de ti mismo, tanto como podrías escribir para expresarte a ti mismo? Es mucho más interesante escribir acerca de otros.

No hace falta decir que doy partes de mí a todos mis personajes. Cuando, en In America, mis inmigrantes de Polonia llegan al sur de California —están justo a las afueras del poblado de Anaheim— en 1876, y se adentran al desierto y sucumben a una aterradora visión de vacío que los transforma, sin duda yo aproveché el recuerdo de mi propia infancia, caminatas por el desierto del sur de Arizona —en las afueras de lo que entonces era una ciudad pequeña, Tucson— en la década de los cuarenta. En el primer borrador de ese capítulo había saguaros en el desierto del sur de California. Para el tercer borrador yo había eliminado, con renuencia, los saguaros. (Por desgracia, no hay saguaros al oeste del río Colorado.)

Yo escribo acerca de alguien que no soy yo. Así, lo que escribo es más ingenioso de lo que yo soy. Porque lo puedo reescribir. Mis libros conocen lo que yo conocí alguna vez —de manera caprichosa, intermitente—. Y apuntar las mejores palabras en la página no parece en modo alguno más fácil, incluso después de tantos años de escribir. Por el contrario.

He aquí la gran diferencia entre la lectura y la escritura. Leer es una vocación, un oficio en el cual, con la práctica, uno está destinado a ser cada vez más experto. Como escritor, lo que uno acumula son ante todo incertidumbres y ansiedades.

Todos esos sentimientos de insuficiencia del escritor —este escritor, en cualquier caso— son afirmados por la convicción de que la literatura es importante. “Importante” es con seguridad una palabra demasiado pálida. Que hay libros “necesarios”, es decir, libros que, al leerlos, uno sabe que habrá de releer. Quizá más de una vez. ¿Existe mayor privilegio que gozar de una conciencia expandida, colmada, encauzada por la literatura?

Libro de sabiduría, ejemplo del sentido lúdico de la mente, dilatador de compasiones, registro fiel de un mundo real (no sólo de la conmoción dentro de una cabeza), auxiliar de la historia, defensor de emociones desafiantes y opuestas... una novela que se intuye necesaria puede ser, debería ser, tiene que ser la mayoría de estas cosas.

Si continuara la existencia de lectores que compartan esta elevada idea de la ficción, bueno: “No hay futuro para esa cuestión”, como respondió Duke Ellington cuando le preguntaron por qué iba a tocar en programas matutinos del Apollo. Más vale sencillamente continuar remando. n

Traducción de Roberto Diego Ortega

(Núm. 278, febrero de 2001)


Fuente principal: http://www.nexos.com.mx 
citada por http://malabarista.tumblr.com

Poemas de Socorro Soto Alanís

Tres poemas de Socorro Soto Alanís
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¿Y quién dijo que amar fuera la dicha?

Amar es llorar a mares sin que te vean
Es sufrir intensamente sin que lo sepan
Pensar en ti, creer en ti, vivir por ti
Amar es querer estar contigo veinticinco horas al día
Es tenerte junto a mí los cuatrocientos días del año
Amarte es la dicha, el placer, la angustia, la osadía
Para amarte quiero amanecer contigo
para amarte quiero atardecer contigo
correr bajo la lluvia
llevarte al verde de mis bosques
tomar contigo un café y disfrutar la sobremesa
Desde que te amo,
no se si vivo en lunes o en abril, no duermo y en la plaza te sueño
Desde que te amo vivo una especie de locura, apenas si respiro
al hacerlo es para que entres en mí, como pequeña partícula de viento
Y deseo mi cuarto lleno de rosas guindas
Y quiero mi estudio impregnado de claveles bugambilia
Y veo mi tiempo inundado de amapolas libres
Te amo hasta el fondo del océano, hasta el último planeta
Te deseo con vehemencia, con locura, con impaciencia, hasta la risa
Te siento en el chorro de la regadera
Te palpo en el agua tibia de mi alberca
Te sufro en las olas de angustia, que arrastran mi cuerpo con su fuerza
Te quise en la rama de ayer, arco y flecha del ahora
Amor, esto es para siempre, por siempre. Amén

Tejedora de sueños

Verbo:
tu palabra me hace libre
terca
valiente con la ele y la te como escuderos,
sensible
racional
amante
tejedora de sueños
hacedora de interrogantes
con tus signos juego
junto sílabas
conjugo todos los verbos
he cantado desde niña:
“a la víbora víbora de la mar
de la mar
mar mar mar . . . ”
para después con frenesí
buscar lo profundo en tus océanos
descifrar tus designios quiero
y cada madrugada sucumbo ante el intento
El día que se acaben las palabras
Ahí me quedo. 

Guerrero Solitario

Me apuntaste con lo mejor que tienes
Dardo saturno del amor
Y encontraste en mi cueva profunda y submarina
el regazo tibio que buscabas
Llegaste erguido y valiente
Guerrero solitario
hasta el final de la batalla
Tocaste el blanco rosado que anhelabas
Emprendiste de nuevo la conquista de mi valle húmedo
de mi oscura sierra durangueña
de mi llano seco . . .
y lo mojaste
con tu líquido vital
claro de espuma
juego transparente
tierra de sal
Regaste mis campos íntimos de maíz
Perfume de membrillo
Y mis caminos de pino se te abrieron
De mis entrañas brotó un manantial que olía a durazno
Y ahí estamos . . .
Perdidos en el cosmos
Libres
Sobrecogidos e infinitos
Vacíos e irreverentes
Húmedos en la revolución milenaria del amor
Y te amo
Guerrero solitario.






Socorro Soto Alanís. Durango, México de 1957. Fundadora y colaboradora de las revistas literarias: Revuelta, Cordillera y Contraseña. También es editorialista en El Sol de Durango, con la columna semanal titulada “Palabra de Mujer”. Ha publicado en La Jornada Semanal y El Sol de México, como también, en los periódicos locales El Sol de Durango y El Siglo de Durango. Tiene una Mención Honorífica en Concurso Nacional de Ensayo sobre la Mujer y una Mención Honorífica en el Premio Estatal de Poesía “Olga Arias.” Ha realizado lecturas de su obra poética en las ciudades de Colima, Guanajuato, Durango, Zamora, en las Ferias del Libro de Aguascalientes, Ciudad de México, Montreal y Ottawa. Participa en el Seminario de Cultura Mexicana, donde presentó su tesis de ingreso sobre la pintora mexicana Frida Kahlo y en la Sociedad de Escritores de Durango, de la cual fue presidenta en el período 2000-2002, y en la actualidad (2012- 2014) con una amplia participación política de la izquierda mexicana




Torre de Babel


Pablo Antúnez

III

Babel vibra
del saber azul.
Hielo en loco salta
de fe en horca
en garza niña.

Babel vibra
del saber azul.
Hielo en loco salta
de fe en arca
en garza niña.

Babel vibra
del saber azul.
Hielo en loco salta
de fe en garza
en horca niña.

|Arte, literatura y algo más|            
             C  E  L  E  B  R  A 
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"Mi casa se ha vuelto ave" en la red
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Video N.4: Más azul que todos los cielos juntos
          En la voz de Armando Blancarte
                    (Durango, México)
Armando Blancarte es Miembro de la Sociedad de Escritores de Durango

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