Hay un día feliz Poemas de Nicanor Parra

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Nicanor Parra (Chile, 1914)

Hay un día feliz

A recorrer me dediqué esta tarde 
las solitarias calles de mi aldea 
acompañado por el buen crepúsculo 
que es el único amigo que me queda. 
Todo está como entonces, el otoño 
y su difusa lámpara de niebla, 
sólo que el tiempo lo ha invadido todo 
con su pálido manto de tristeza. 
Nunca pensé, creédmelo, un instante 
volver a ver esta querida tierra, 
pero ahora que he vuelto no comprendo 
cómo pude alejarme de su puerta. 
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas 
ni sus viejos portones de madera. 
Todo está en su lugar; las golondrinas 
en la torre más alta de la iglesia; 
el caracol en el jardín; y el musgo 
en las húmedas manos de las piedras. 
No se puede dudar, este es el reino 
del cielo azul y de las hojas secas 
en donde todo y cada cosa tiene 
su singular y plácida leyenda: 
hasta en la propia sombra reconozco 
la mirada celeste de mi abuela. 
Estos fueron los hechos memorables 
que presenció mi juventud primera, 
el correo en la esquina de la plaza 
y la humedad en las murallas viejas. 
¡Buena cosa, Dios mío!, nunca sabe 
uno apreciar la dicha verdadera, 
cuando la imaginamos más lejana
es justamente cuando está más cerca. 
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice 
que la vida no es más que una quimera; 
una ilusión, un sueño sin orillas, 
una pequeña nube pasajera. 
Vamos por partes, no sé bien qué digo, 
la emoción se me sube a la cabeza. 
Como ya era la hora del silencio 
cuando emprendí mi singular empresa 
una tras otra, en oleaje mudo, 
al establo volvían las ovejas. 
Las saludé personalmente a todas 
y cuando estuve frente a la arboleda 
que alimenta el oído del viajero 
con su inefable música secreta 
recordé el mar y enumeré las hojas 
en homenaje a mis hermanas muertas. 
Perfectamente bien. Seguí mi viaje 
como quien de la vida nada espera. 
Pasé frente a la rueda del molino, 
me detuve delante de una tienda: 
el olor del café siempre es el mismo, 
siempre la misma luna en mi cabeza; 
entre el río de entonces y el de ahora 
no distingo ninguna diferencia. 
Lo reconozco bien, éste es el árbol 
que mi padre plantó frente a la puerta 
(ilustre padre que en sus buenos tiempos 
fuera mejor que una ventana abierta). 
Yo me atrevo a afirmar que su conducta 
era un trasunto fiel de la Edad Media 
cuando el perro dormía dulcemente 
bajo el ángulo recto de una estrella. 
A estas alturas siento que me envuelve 
el delicado olor de las violetas 
que mi amorosa madre cultivaba
para curar la tos y la tristeza. 
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces 
no podría decirlo con certeza; 
todo está igual, seguramente, 
el vino y el ruiseñor encima de la mesa, 
mis hermanos menores a esta hora 
deben venir de vuelta de la escuela: 
¡sólo que el tiempo lo ha borrado todo 
como una blanca tempestad de arena!




Cartas a una desconocida

Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!


Es Olvido

Juro que no recuerdo ni su nombre,
mas moriré llamándola María,
no por simple capricho de poeta:
por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
supe de la su muerte inmerecida,
nueva que me causó tal desengaño
que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,
y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
por la gente que trajo la noticia
debo creer, sin vacilar un punto,
que murió con mi nombre en las pupilas,
hecho que me sorprende, porque nunca
fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
relaciones de estricta cortesía,
nada más que palabras y palabras
y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
sólo queda un puñado de cenizas),
pero jamás vi en ella otro destino
que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
con el celeste nombre de María,
circunstancia que prueba claramente
la exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡quién es el que no besa a sus amigas!,
pero tened presente que lo hice
sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
su inmaterial y vaga compañía
que era como el espíritu sereno
que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
la importancia que tuvo su sonrisa
ni desvirtuar el favorable influjo
que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
que comprendan que yo no la quería
sino con ese vago sentimiento
con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
lo que a esta fecha aún me maravilla,
ese inaudito y singular ejemplo
de morir con mi nombre en las pupilas,
ella, múltiple rosa inmaculada,
ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
que se pasa quejando noche y día
de que el mundo traidor en que vivimos
vale menos que rueda detenida:
mucho más honorable es una tumba,
vale más una hoja enmohecida,
nada es verdad, aquí nada perdura,
ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera,
creo que moriré de poesía,
de esa famosa joven melancólica
no recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
la olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.

TÍA CHOFI de Jaime Sabines

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TÍA CHOFI

Jaime Sabines (México, 1926-1999)

Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi,
pero esa tarde me fui al cine e hice el amor.
Yo no sabía que a cien leguas de aquí estabas muerta
con tus setenta años de virgen definitiva,
tendida sobre un catre, estúpidamente muerta.
Hiciste bien en morirte, tía Chofi,
porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso,
porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste,
ya no tenías qué hacer y a leguas se miraba
que querías morirte y te aguantabas.
¡Hiciste bien!
Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos,
porque te quise a tu hora, en el lugar preciso,
y harto sé lo que fuiste, tan corriente, tan simple,
pero me he puesto a llorar como una niña porque te moriste.
¡Te siento tan desamparada,
tan sola, sin nadie que te ayude a pasar la esquina,
sin quien te dé un pan!
Me aflige pensar que estás bajo la tierra
tan fría de Berriozábal,
sola, sola, terriblemente sola,
como para morirse llorando.
Ya sé que es tonto eso, que estás muerta,
que más vale callar,
¿pero qué quieres que haga
si me conmueves más que el presentimiento de tu muerte?

Ah, jorobada, tía Chofi,
me gustaría que cantaras
o que contaras el cuento de tus enamorados.
Los campesinos que te enterraron sólo tenían
tragos y cigarros,
y yo no tengo más.
Ha de haberse hecho el cielo ahora con tu muerte,
y un Dios justo y benigno ha de haberte escogido.
Nunca ha sido tan real eso en lo que tu creíste.
Tan miserable fuiste que te pasaste dando tu vida
a todos. Pedías para dar, desvalida.
Y no tenías el gesto agrio de las solteronas
porque tu virginidad fue como una preñez de muchos hijos.
En el medio justo de dos o tres ideas que llenaron tu vida
te repetías incansablemente
y eras la misma cosa siempre.
Fácil, como las flores del campo
con que las vecinas regaron tu ataúd,
nunca has estado tan bien como en ese abandono de la muerte.

Sofía, virgen, antigua, consagrada,
debieron enterrarte de blanco
en tus nupcias definitivas.
Tú que no conociste caricia de hombre
y que desjaste que llegaran a tu rostro arrugas antes que besos,
tú, casta, limpia, sellada,
debiste llevar azahares tu último día.
Exijo que los ángeles te tomen
y te conduzcan a la morada de los limpios.
Sofía virgen, vaso transparente, cáliz,
que la muerte recoja tu cabeza blandamente
y que cierre tus ojos con cuidados de madre
mientras entona cantos interminables.
Vas a ser olvidada de todos
como los lirios del campo,
como las estrellas solitarias;
pero en las mañanas, en la respiración del buey,
en el temblor de las plantas,
en la mansedumbre de los arroyos,
en la nostalgia de las ciudades,
serás como la niebla intocable, hálito de Dios que despierta.

Sofía virgen, desposada en un cementerio de provincia,
con una cruz pequeña sobre tu tierra,
estás bien allí, bajo los pájaros del monte,
y bajo la yerba, que te hace una cortina para mirar al mundo.




Jaime Sabines Gutiérrez (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 25 de marzo de 1926 - Ciudad de México; 19 de marzo de 1999) fue un poeta y político mexicano. Jaime Sabines es considerado uno de los grandes poetas mexicanos del siglo XX. En vida, tuvo un asombroso éxito entre los lectores, y tras su muerte, su obra ha quedado sembrada en la tradición poética de nuestro tiempo.

Los caminos lloran - Por Isis Castillo

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 comparte un texto de Isis Y. Castillo 


Shakermaker (Michael Spencer Jones)
LOS CAMINOS LLORAN




Por Isis Y. Castillo
[Durango, México]

   Perdón mamá, pero no puedo volver.
Tienes razón, decidí muy precipitadamente, pero está hecho.
Debo decirte que al girar la llave solté varias lágrimas. Tal vez de tristeza por dejar tantas cosas o quizá de angustia por lo que me espera. 
«Agua saladita refrescó mis mejillas y algo bailaba en mi garganta. Estaba llorando, sí, eso era.

Las casas que colindan con la mía parecían lejanas. Caminé tantos soles por esas calles y las había observado a detalle. De pronto parecían ajenas, así como las nubes que nos rozan la cabeza, pero huyen a nuestros dedos; así como las estrellas fugaces, que no nos pertenecen. —Madre, así sentía las casas de los vecinos—.
Después vino el cielo más desnudo, libre de cables y más gris. Mi cara estaba helada por el llanto y el viento que se extendía sobre la carretera. Mis cabellos danzaban suave en mi frente. Era la libertad haciéndome cosquillas, incitándome a seguirla y a aferrarme a ella.

Al pasar por la cabaña junto al lago, pensé en ti. No, mentira. Más bien, al pensar en la casa, recuerdo que querías entrar en ella
»
Confieso que no te echo de menos, mamá.
«Después de la cabaña, ¿Recuerdas qué había? Anda, yo se que te acuerdas. ¿Acaso te has olvidado de Lola? Sí, si, en la entrada del lago estaba ella con sus canastos en el piso, ¡se veía hermosa! Miraba la tierra bajo sus pies desnudos. Me daba la impresión de que ella estaba ahí hacía siglos.

El asfalto empezó a gemir. Uno cree que las nubes chocan, pero es la tierra que está triste. Sentí un escalofrío cuando el cielo mando un hechizo para hacerla callar.
Los caminos empezaron a llorar, sus lágrimas subieron al firmamento, porque es allá donde se hacen grandes, donde rebotan y luego nos bañan.
Los árboles estaban contentos, sentían el vibrar del viento y se movían.

Los recuerdos exigían ser atendidos, sobre todo los de la tía Danna, ella y su puro en la boca 
 ».

El atardecer llegó despacito, porque su presencia es inadvertida en el tiempo.
Ahora los jardineros de la noche salen a sembrar miedo y soledades. Es de noche y tengo que colgar. Me encantó escuchar tu voz. Admito que me lastimaste cuando te fuiste. Tu verdad pega fuerte en mi oído, pero ¿sabes? No te guardo rencor. Todo lo contrario.
Madre, mis pies nunca golpearon tu vientre. Así quisiste y así fue.

Amarraste mis pies a la tierra, pero ahora me toca volar, volaré sin ti, madre.




 Isis Y. Castillo, nació en la ciudad de Durango en algún día de algún mes, hace algunos años. Es fan de Julio Cortázar

Poemas de Juan Gelman



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Comparte poemas del poeta argentino Juan Gelman



Juan Gelman (Argentina, 1930)


Nota I
Te nombraré veces y veces.
me acostaré con vos noche y día.
noches y días con vos.
me ensuciaré cogiendo con tu sombra.
te mostraré mi rabioso corazón.
te pisaré loco de furia.
te mataré los pedacitos.
te mataré una con paco.
otro lo mato con rodolfo.
con haroldo te mato un pedacito más.
te mataré con mi hijo en la rnano.
y con el hijo de mi hijo / muertito.
voy a venir con diana y te mataré.
voy a venir con jote y te mataré.
te voy a matar /derrota.
nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez.
vivo o muerto / un rostro amado.
hasta que mueras /
dolida como estás / ya lo sé.
te voy a matar / yo
te voy a matar.



Nota II
Ya que moría mañana
me moriré anteanoche /
con un cuchillito fino
voy a cavar el 76
para limpiarle las raíces a paco
las hojitas a paco
clavado al suelo como una mula rota
gente que me quería ayudar /
después le toca al 77
para encontrar los ojos de rodolfo
como cielos terrestres
fríos fríos fríos
diseminados por ahí /
mirada vacía ahora
va a haber que trabajar
limpiar huesitos /que no hagan
negocio con la sombra
desapareciendo / dejándose ir
a la tierra ponida sobre
los huesitos del corazón /
compañeros denme valor /
la sombra vuela alrededor
como un objeto en mi pieza /
ni remedio que la pueda parar /
ni corazón ni nada /
ni la palabra nada /
ni la palabra corazón /
pañeros /compañeros.




Nota IV
el temor a la vejez ¿envejece?
el temor a la muerte ¿enmuerta?
¿qué estoy haciendo con los miles yo
de compañeros muertos?

¿me estoy enmuerteando yo?
¿acaso les temo/amados?
¿te acaso temo paco/cara
como una alegría humana?

¿o los envidio yo tal vez?
¿o los envidio yo tal vez?/
¡juntos como anduviéramos ahora
sin sufrir propio y ajeno?

¿pero por qué me lloro en vos-
otros pedazos de mi vida?
¿acaso puedo al fin llorar?
¿puedo por fin al fin llorar?


Nota VI


me pregunto qué sería
de la belleza de rodolfo ahora/
esa belleza en vuelo lento
que le iba encendiendo ojos/

si volaría o no volaría
esta vez que nos derrotaron
por soberbios y ciegosordos/
pero tal vez sí volaría/

o volaría triste triste
corriendo el mundo con la mano
para mostrar los compañeros
que cayeron por la belleza


Nota VIII


hasta mañana/compañeros/ahora
siguen las lógicas del muerto/
la pudrición/la descomposición/
hasta mañana hasta mañana/

aplaudiría al pajarito
que se volara de vos/rodolfo/
después de haber comido sangre
que resbalaba por tus lentes/

a la iguana llena de luz
que revisó las entrañas del
haroldo y comió de haroldo/
iguana rápida de luz/

será mañana que veamos
o nos veamos/no nos veamos/
o sea que muerto yo alcanzara
a ver tu talón/paco/brillar

bajo el suelo donde yacés
con calavera pensativa
por nosotros/pobres de vos/
talón nocturno crepitando

como políticas rabiosas
para matar al enemigo
hoy absolutamente hoy/
talón que pisa el tiempo y parte/


Nota IX


talmente llovió sangre/
sangre llovió por mi país
de las venas que el verdugo cortó/
del corazón que las recuerda/

hermanos en la sangre a navegar
cada día cada día cada día/
este viajar no nos conduce
al paraíso ni al infierno/

no vamos al paraíso/
no vamos al infierno/
¿a dónde vamos/sangre/
que cantás amada en la noche?

¿o como pájaro volás
de sangre a sangre/recordando/
o sea gorrión de resistir
al olvido/que ni una gota seque?

así navegamos/ciegos/
para que nadie se secase/
o volara de sangre a sangre
y pudiera cantar/cantar





Nota IX
talmente llovió sangre/
sangre llovió por mi país
de las venas que el verdugo cortó/
del corazón que las recuerda/

hermanos en la sangre a navegar
cada día cada día cada día/
este viajar no nos conduce
al paraíso ni al infierno/

no vamos al paraíso/
no vamos al infierno/
¿a dónde vamos/sangre/
que cantás amada en la noche?

¿o como pájaro volás
de sangre a sangre/recordando/
o sea gorrión de resistir
al olvido/que ni una gota seque?

así navegamos/ciegos/
para que nadie se secase/
o volara de sangre a sangre
y pudiera cantar/cantar




Nota XII
A Manuel Scorza

los sueños rotos por la realidad
los compañeros rotos por la realidad/
los sueños de los compañeros rotos
¿están verdaderamente rotos/perdidos/nada/

se pudren bajo tierra?/¿su rota luz
diseminada a pedacitos bajo tierra?/¿alguna vez
los pedacitos se van a juntar?
¿va a haber la fiesta de los pedacitos que se reúnen?

y los pedacitos de los compañeros/¿alguna vez se juntarán?
¿caminan bajo tierra para juntarse un día como dice
manuel?/¿se juntarán/un día?
de esos amados pedacitos está hecha nuestra concreta
soledad/
per/dimos la suavidad de paco/la tristeza de haroldo/la
lucidez de rodolfo/el coraje de tantos

ahora son pedacitos desparramados bajo todo el país
hojitas caídas del fervor/la esperanza/la fe/
pedacitos que fueron alegría/combate/confianza
en sueños/sueños/sueños/sueños/

y los pedacitos rotos del sueño/¿se juntarán alguna vez?
¿se juntarán algún día/pedacitos?
¿están diciendo que los enganchemos al tejido del sueño
general?
¿están diciendo que soñemos mejor?


Nota XVII


entre otras cosas/la derrota
es fuente de toda humildad/confirma
la humildad de los compañeros que
cayeron por el pueblo/amándolo/

compañeros sucios de sangre
que comprendieron y sufrieron/
en la memoria acostaditos
para seguir buscando luz












Juan Gelman (Buenos Aires, 3 de mayo de 1930) es un poeta y periodista argentino, Premio Cervantes 2007. El escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum lo ha calificado como "el mayor poeta vivo de habla hispana”. Actualmente reside en México en donde recibió (Guadalajara) en el año 2000 el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo. También ha recibido los premios iberoamericanos de poesía Ramón López Velarde, en 2003, Pablo Neruda, en 2004 y Reina Sofía, en 2005.

CUENTO DE NAVIDAD

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NOCHE BUENA



Eduardo Galeano





Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua.
En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.

Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo queda en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón; se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
-Decile a... -susurró el niño-

Decile a alguien, que yo estoy aquí.

Compartimos este video (youTube)

El video mas misterioso e impactante de el mundo


Líricas en torrente ---Arnoldo Martínez Maldonado


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Comparte dos poemas  de  Arnoldo Martínez Maldonado


                                                              Mi viaje

paranoia paraguas (Iria Ribadomar)


mi viaje desalojo
exagerado y hediondo
bajo este mensaje
dejo anclaje y no cejo
tumbado se teje
brujo su engranaje
mente relajo
del eje infrinjo
ingenio y fantasía
refriante flujo
gajos de realismo
egocentrismo flojo
celaje y mortaja
exagerado ditirambo
no digerido por Dionisio
silente precipicio
cejadero de viento
tiempo desjuiciado
incandescente cielo
de granito invertido
arroja furia
furtiva y roja




Líricas en torrente


I


Encapsulado tiempo fulgente de tierno brío
Lecho de inexorables liricas en torrente
Atrapando atardecer y quitándole su frío
Plantígrados emergen de melodía silente

                                             

II
Reservado deambula en el cobijo del viento

Decorando suave la fragancia de la tierra

Ofrenda elocuente a natura su aullido lento
Añorando la sonrisa que la luna encierra


III

El aire se renueva de milagroso germen
Sus vericuetos trasiegan a cubil fraterno
Las inocencias salvajes pareciera duermen
La crudeza de la vida no mata lo tierno
                                                   
                                                    
IV
Leonado pelaje sutura en la densa altura
Miradas de piedra destilan Generosidad
Discernimiento renovándose en fría espesura
Avizorando de los tiempos fría Porosidad

Me aprieta esta ciudad [Poesía]

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Comparte un poema de Pablo M. Antúnez 
[extracto del libro Mi casa se ha vuelto ave] 


Me aprieta esta ciudad

[ I ]

me aprieta esta ciudad con sus cisnes
y flores amarillas
sus estatuas me hacen gruñir de noche

me mata
con su cuchillo delicioso
            con el dolor impenetrable de sus azucenas

me queman sus mujeres sonrientes
sobre todo
sus muchachas ballenas
                               me calan sus ojos


me aprieta esta ciudad
ciudad de cal y tumba de tiranos
de hombres heridos por la bala de una rosa
ciudad de maniquís que se seducen unos a otros en las vitrinas
sus buitres
se posan cerca de mí
me clavan sus miradas de paloma
y me hacen sentir que soy una monja

¡por el amor de Dios!
sólo quisiera un sillón blanco enfrente
de la catedral
            sentarme y mirar el campanario
            que un perro rosa me mire a los ojos
            mientras reza conmigo una pequeña oración

VOLARÉ

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 comparte un poema de Angélica de la Cruz



Por "La dama descubierta" (Volar)
¨VOLARÉ

Salí por la puerta que me vio entrar hace trece años.
Puerta húmeda
Puerta registradora de recuerdos
                                         y gritos silenciosos.
Puerta estática.
Yo salí
cuando el viento olía a libertad
cuando escuchaba mis deseos
                     [no mis culpas]


Lo recuerdo,
estabas bajo la cama
con tu piel purpura
y tus ojos sin la maldad del brillo que atemoriza.
 

No importa.
Volaré
          volaré hasta alcanzar mis sueños.


Entrevista a Julio Cortazar en el programa A Fondo de TVE

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Entrevista a Julio Cortazar en el programa A fondo TVE
(España, 1977)

Sonetos célebres de Sor Juana Inés de la Cruz

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Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)


Juana Inés de Asbaje y Ramírez; nació en San Miguel de Nepantla, actual estado de México en 1651 y murió en la Ciudad de México en 1695. Escritora mexicana. Fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su primera loa. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición y habilidad versificadora.




            Soneto CXLVII
              
                      A una rosa


  Rosa divina que en gentil cultura
eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.

  Amago de la humana arquitectura,         
ejemplo de la vana gentileza,
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.

  ¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,     
y luego desmayada y encogida,

  de tu caduco ser das mustias señas,
con que con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!


Esta tarde, mi bien

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.


Contiene una fantasía contenta con amor decente

Deténte, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía; 
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía, 
poco importa burlar brazos y pecho 
si te labra prisión mi fantasía.



Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón contra el gusto 


Al que ingrato me deja, busco amante; 
al que amante me sigue, dejo ingrata; 
constante adoro a quien mi amor maltrata; 
maltrato a quien mi amor busca constante. 

Al que trato de amor, hallo diamante, 
y soy diamante al que de amor me trata; 
triunfante quiero ver al que me mata, 
y mato al que me quiere ver triunfante. 

Si a éste pago, padece mi deseo; 
si ruego a aquél, mi pundonor enojo: 
de entrambos modos infeliz me veo. 

Pero yo, por mejor partido, escojo 
de quien no quiero, ser violento empleo, 
que, de quien no me quiere, vil despojo.



Que consuela a un celoso
epilogando la serie de los amores




Amor empieza por desasosiego, 
solicitud, ardores y desvelos; 
crece con riesgos, lances y recelos; 
susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego, 
conserva el ser entre engañosos velos, 
hasta que con agravios o con celos 
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste: 
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío 
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste? 
Pues no te engañó amor, Alcino mío, 
sino que llegó el término preciso.


Fuente: Varias fuentes en linea.

Cuentos del Subcomandante MARCOS



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 comparte cuentos del Subcomandante Marcos. 



¡Advertencia!: Los cuentos compartidos en este blog son totalmente independientes de la imagen o concepto que cada lector tenga del escritor y filósofo Rafael Sebastián Guillén Vicente, conocido públicamente como Subcomandante Marcos (según el Estado mexicano).Respetamos la idea de cada quien sobre este personaje. Estamos conscientes de que, en gran medida los medios de comunicación han ejercido un papel preponderante para proyectar una imagen distorsionada sobre este personaje; no obstante, gracias a su gran habilidad literaria, se ha ganado la admiración y respeto de sus lectores; es incluso considerado como uno de los escritores más importantes de México de los últimos años en otros países; desde luego que es un escritor desconocido por la cultura oficial mexicana.
Arte, literatura y algo más no promueve ninguna ideología o doctrina política-filosófica. Los cuentos, al igual que toda creación literaria, encierran una sabiduría universal independiente del concepto colectivo que se tenga de los autores.

                                                                          Arte, literatura y algo más.





EL COSTURERITO


Había una vez un costurerito que mucho y muy bien cosía en su máquina de coser. Los machines del barrio se burlaban de él y le decían: “maricón”, “sólo las viejas son costureras”, etcétera. Entonces el costurerito le cosió la boca a todos los que lo burlaban y ya no supimos cómo terminó el cuento porque nadie pudo contarlo.





LA HISTORIA DE LAS MIRADAS



Mira Capitán (porque debo aclararles que en el tiempo en que yo conocí al Viejo Antonio tenía yo el grado de Capitán Segundo de Infantería Insurgente, lo que no dejaba de ser un típico sarcasmo zapatista porque sólo éramos cuatro –desde entonces el Viejo Antonio me llama “Capitán”), mira Capitán, hubo un tiempo, hace mucho tiempo, en que nadie miraba… 

No es que no tuvieran ojos los hombres y mujeres que se caminaban estas tierras. 
Tenían de por sí, pero no miraban. Los dioses más grandes, los que nacieron el mundo, los más primeros, de por sí habían nacido muchas cosas sin dejar mero clarito para qué o por qué o sea la razón o el trabajo que cada cosa debía de hacer o de tratar de hacer. Porque de que cada cosa tenía su por qué, pues sí, porque los dioses que nacieron el mundo, los más primeros, de por sí eran los más grandes y ellos sí se sabían bien para qué o por qué cada cosa, eran dioses pues. 

Pero resulta que estos dioses primeros no muy se preocupaban de lo que hacían, todo lo hacían como fiesta, como juego, como baile. De por sí cuentan los más viejos de los viejos que, cuando los primeros dioses se reunían, seguro tenía que haber una su marimba1, porque seguro que al final de sus asambleas se venían la cantadera y la bailadera. Es más, dicen que si la marimba no estaba a la mano, pues nomás no había asamblea y ahí se estaban los dioses, rascándose nomás la barriga, contando chistes y haciéndose travesuras. 
Bueno, el caso es que los dioses primeros, los más grandes, nacieron el mundo, pero no dejaron claro el para qué o el por qué de cada cosa. Y una de estas cosas eran los ojos. 
¿Acaso habían dejado dicho los dioses que los ojos eran para mirar? No pues. 
Y entonces ahí se andaban los primeros hombres y mujeres que acá se caminaron, a los tumbos, dándose golpes y caídas, chocándose entre ellos y agarrando cosas que no querían y dejando de tomar cosas que sí querían. Así como de por sí hace mucha gente ahora, que toma lo que no quiere y le hace daño, y deja de agarrar lo que necesita y la hace mejor, que anda tropezándose y chocando unos con otros. 

O sea que los hombres y mujeres primeros sí tenían unos sus ojos, sí pues, pero no miraban. Y muchos y muy variados eran los tipos de ojos que tenían los más primeros hombres y mujeres. Los había de todos los colores y de todos los tamaños, los había de diferentes formas. Había ojos redondos, rasgados, ovalados, chicos, grandes, medianos, negros, azules, amarillos, verdes, marrones, rojos y blancos. Sí, muchos ojos, dos en cada hombre y mujer primeros, pero nada que miraban. 
Y así se hubiera seguido todo hasta nuestros días si no es porque una vez pasó algo. Resulta que estaban los dioses primeros, los que nacieron el mundo, los más grandes, haciendo una su bailadera porque agosto era, pues, mes de memoria y de mañana, cuando unos hombres y mujeres que no miraban se fueron a dar a donde estaban los dioses en su fiestadero y ahí nomás se chocaron con los dioses y unos fueron a dar contra la marimba y la tumbaron y entonces la fiesta se hizo puro borlote y se paró la música y se paró la cantadera y pues también la bailadera se detuvo y gran relajo se hizo y los dioses primeros de un lado a otro tratando de ver por qué se detuvo la fiesta y los hombres y mujeres que no miraban se seguían tropezando y chocando entre ellos y con los dioses. Y así se pasaron un buen rato, entre choques, caídas, mentadas y maldiciones. 

Ya por fin al rato como que se dieron cuenta los dioses más grandes que todo el desbarajuste se había hecho cuando llegaron esos hombres y mujeres. Y entonces los juntaron y les hablaron y les preguntaron si acaso no miraban por dónde caminaban. Y entonces los hombres y mujeres más primeros no se miraron porque de por sí no miraban, pero preguntaron qué cosa es “mirar”. Y entonces los dioses que nacieron el mundo se dieron cuenta de que no les habían dejado claro para qué servían los ojos, o sea cuál era su razón de ser, su por qué y su para qué de los ojos. Y ya les explicaron los dioses más grandes a los hombres y mujeres primeros qué cosa era mirar, y los enseñaron a mirar. 

Así aprendieron estos hombres y mujeres que se puede mirar al otro, saber que es y que está y que es otro y así no chocar con él, ni pegarlo, ni pasarle encima, ni tropezarlo. 
Supieron también que se puede mirar adentro del otro y ver lo que siente su corazón. 
Porque no siempre el corazón se habla con las palabras que nacen los labios. 
Muchas veces habla el corazón con la piel, con la mirada o con pasos se habla. 
También aprendieron a mirar a quien mira mirándose, que son aquellos que se buscan a sí mismos en las miradas de otros. 
Y supieron mirar a los otros que los miran mirar. 
Y todas las miradas aprendieron los primeros hombres y mujeres. Y la más importante que aprendieron es la mirada que se mira a sí misma y se sabe y se conoce, la mirada que se mira a sí misma mirando y mirándose, que mira caminos y mira mañanas que no se han nacido todavía, caminos aún por andarse y madrugadas por parirse.

VIDEO DE LA HISTORIA DE LAS MIRADAS



 Este cuento es parte del compilado Los Otros Cuentos, relatos del Subcomandante Marcos




EL LEÓN MATA MIRANDO







El viejo Antonio cazó un león de montaña (que viene siendo muy parecido al puma americano) con su vieja chimba (escopeta de chispa.) Yo me había burlado de su arma días antes: "de esas armas usaban cuando Hernán Cortes conquista México", le dije. El se defendió: "si, pero mira ahora en manos de quien esta". Ahora estaba sacando los últimos tirones de carne de la piel para curtirla. Me muestra orgulloso la piel. No tiene ningún agujero. "En el mero ojo", me presume. "Es la única forma de que la piel no tenga ninguna forma de maltrato", agrega. "¿Y que va a hacer con la piel?", Pregunto. El viejo Antonio no me contesta, sigue limpiando la piel del león con su machete, en silencio. Me siento a su lado y, después de llenar la pipa, trato de prepararle un cigarrillo con "doblador". Se lo tiendo sin palabras, él lo examina y lo deshace. "Té falta", me dice mientras lo vuelve a forjar. Nos sentamos a participar juntos de esa ceremonia de fumar. Entre chupada y chupada, el viejo Antonio va hilando la historia:

"El león es fuerte porque los otros animales son débiles. El león come la carne de otros porque los otros se dejan comer. El león no mata con las garras ni con los colmillos. El león mata mirando. Primero se acerca despacio, en silencio porque tiene nubes en las patas y le matan el ruido. Después salta y le da un revolcón a su víctima, un manotazo que tira más que por la fuerza, por la sorpresa.

Después se le queda viendo. La mira, a su presa. Así… (el viejo Antonio arruga el entrecejo y me clava los ojos negros). El pobre animalito que va a morir si se queda viendo nomás, mira al león que lo mira. El animalito ya no se ve él mismo, mira lo que el león mira, mira la imagen del animalito en la mirada del león, mira que, en su mirarlo del león, es pequeño y débil. El animalito ni se pensaba si es pequeño y débil, era pues un animalito, ni grande ni pequeño, ni fuerte ni débil.

Pero ahora mira en el mirarlo del león, mira el miedo. Y, mirando que lo miran, el animalito se convence, el sólo, de que es pequeño y débil. Y, en el miedo que mira que lo mira el león, tiene miedo. Y entonces el animalito ya no mira nada, se le entumen los huesos así como cuando nos agarra el agua en la montaña, en la noche, en el frío. Y entonces el animalito se rinde así nomás, se deja, y el león se lo zampa sin pena. Así mata el león. Mata mirando.

Pero hay un animalito que no hace así, que cuando lo topa el león no le hace caso y se sigue como si nada. Y si el león lo manotea, el contesta con un zarpazo de sus manitas, que son chiquitas pero duele la sangre que sacan. Y este animalito no se deja del león porque no mira que lo miran… es ciego. Topos, les dicen a esos animalitos".

Parece que el viejo Antonio acabó de hablar. Yo aventuro un "si, pero…". El viejo Antonio no me deja continuar, sigue contando la historia mientras se forja otro cigarrillo. Lo hace lentamente, volteando a verme cada tanto para ver si estoy poniendo atención.

"El topo se queda ciego porque, en lugar de ver hacia fuera, se puso a mirarse el corazón, se trincó en mirar para adentro. Y nadie sabe porque llega a la cabeza del topo eso de mirarse para adentro. Y ahí esta de necio el topo en mirarse el corazón y entonces no se preocupa de fuertes o débiles, de grandes o pequeños, porque el corazón es el corazón y no se mide como se miden las cosas y los animales. Y eso de mirarse para adentro sólo lo podían hacer los dioses y entonces los dioses castigaron al topo y ya no lo dejaron mirar pa’fuera y además lo condenaron a vivir y caminar bajo la tierra. Y por eso el topo vive debajo de la tierra porque lo castigaron los dioses. Y el topo ni pena tuvo porque siguió mirándose para adentro. Y por eso el topo no le tiene miedo al león. Y tampoco le tiene miedo al hombre que sabe mirarse al corazón.

"Porque el hombre que sabe mirarse el corazón no ve la fuerza del león, ve la fuerza de su corazón y entonces mira al león y el león lo mira que lo mira al hombre y el león mira, en el mirarlo del hombre que es sólo un león y el león se mira que lo miran y tiene miedo y se corre" ¿Y usted se miró el corazón para matar a este león?. Interrumpo. El contesta, ¿Yo? No hombre, yo mire la puntería de la chimba y el ojo del león… y ahí nomás dispare… del corazón ni me acorde…"Yo me rasco la cabeza como según aprendí, hacen aquí cada que no entienden algo.

El viejo Antonio se incorpora lentamente, toma la piel y la examina con detenimiento. Después la enrolla y me la entrega "Toma, me dice, te la regalo para que nunca te olvides que al león y al miedo se les mata sabiendo a dónde mirar…" El viejo Antonio da la media vuelta y se mete a su champa. En el lenguaje del viejo Antonio eso quiere decir: "Ya acabe, Adiós". Yo metí en una bolsa de nylon la piel del león y me fui.