100 MIL POETAS POR EL CAMBIO EN DURANGO

Durango, aparece en la lista de Ciudades de 100 mil poetas por el cambio 2013

http://100tpc.org/

La cita es el 28 de septiembre de 2013 en la pequeña plaza denominada Jardín Hidalgo, en la Zona Centro de la Ciudad de Durango. Donde músicos pintores y escritores compartirán el mismo espacio.




ALGO SOBRE 1OOTPC


Es una organización de carácter global, que cada año organiza diferentes actividades artísticas y culturales  de manera simultánea en TODO el mundo, manifestándose a favor de la PAZ, LA HERMANDAD y el MEDIO AMBIENTE.
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¿De qué tipo de cambio estamos hablando?”

El primer tipo de cambio es que los poetas, escritores, artistas, cualquier persona, de hecho se reúna para crear y representar, educar y demostrar, de manera simultánea, con otras comunidades alrededor del mundo. Esto cambiará la manera en que vemos nuestra comunidad local y la comunidad global. Todos nos hemos alienado de manera increíble en los últimos años. Apenas y conocemos a nuestros vecinos al final de la calle, mucho menos a nuestros aliados creativos que viven y comparten nuestras preocupaciones en otros países. Necesitamos sentir este tipo de solidaridad global. Creo que nos dará gran empoderamiento.

Y por supuesto, está el cambio político/social sobre el que muchos de nosotros hablamos en estos días. Hay problemas en el mundo. Guerras, ecocidios, falta de cuidado de salud accesible, racismo, la lista continúa.

Parece que la transformación del mundo hacia un mundo más sustentable es una de las principales preocupaciones y podría ser un principio orientador global para este evento. La paz también parece ser una causa común. La guerra no es sustentable. Hay una sensación creciente de que necesitamos avanzar y dejar de retroceder. Pero no estoy tratando de ser dogmático. Espero que juntos podamos desarrollar nuestras ideas del “cambio/transformación” que estamos buscando como grupo, y que cada grupo comunitario decida su propia área específica de enfoque por el cambio para este evento en particular.



PREMIO LITERARIO IMAC 2013

El Instituto Municipal del Arte y la Cultura (IMAC) y la Fundación ‘Guadalupe y Pereyra’ entregaron el pasado jueves, 29 de agosto, el premio literario más importante al que se convocó durante la actual administración.

Dos promesas de la poesía y la prosa mexicana recibieron su reconocimiento y premio económico definidos en las Convocatorias Literarias 2013 impulsadas por ambos organismos culturales.
Shamir Abdel Nazer Arce y Pablo Antúnez, fueron los jóvenes que resultaron seleccionados entre los aspirantes que presentaron su propuesta literaria en las categorías de cuento, ensayo literario y poesía. 

Ambos fueron premiados con 20 mil pesos en efectivo, la publicación de su obra en los próximos meses con lo que de manera implícita se contribuye a la difusión de su obra. 
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Leer a Pablo Antúnez es conocer un poco de su ser, un hombre que todo observa, que calla y que es bastante preciso al decir lo que siente y piensa; un hombre que va más allá de lo superficial, que tiende a filosofar y llevar a la lucidez cada uno de los pasajes diarios, por más cotidianos que puedan parecer.
Eso es ‘Fuera de cualquier paraíso habitual’, la selección de poemas que llevó a Antúnez a su más reciente galardón, en el que el erotismo, lo habitual, el amor y la vida vista desde tres perspectivas: científica, teísta y filosófica, se funden y alcanzan un ritmo similar al de alguna melodía, otro de los grandes intereses de Pablo.



Fuente: Boletin IMAC










¿QUIERES CAMBIAR AL MUNDO?
Odio a los poetas. Los odio.
 |Elma Correa

Odio a esos poetas jóvenes, ilusos, que abanderados por Mario Benedetti ladran versos sin sentido destinados a cambiar el mundo. Se les puede encontrar, con megáfono o sin él, sobre todo en los camiones, aunque los hay que de pronto resultan ubicuos e infestan plazas, cafeterías, monumentos y debajo de las piedras; porque ellos, a pesar de haber nacido al final de los años ochenta o durante los noventa, han descubierto el “arte acción”, y les parece muy contracultural y antisistema contaminar los espacios públicos con sus berridos. Es que están llevando la Poesía a quien no la tiene. Ah.
Se les puede encontrar también en las escuelas de letras, denostando a sus maestros, el programa de estudios y la burocracia escolar, pero incapaces de redactar una tarea sin faltas de ortografía. Son amantes de los puntos suspensivos porque piensan que llenan sus textos de misterio y sensibilidad, acusan al Estado de marginarlos por sus ideales y se autopublican en plaquettes y ediciones cartoneras con títulos como Las llamas de mi fuego, Mi corazón se desmorona, o La poesía invade mi ser.
No les gusta leer para no contaminarse. Los únicos escritores que conocen son Sabines y Sabina. La trova los conmueve hasta las lágrimas y les incita a continuar con su labor. Todos se parecen. Los odio por igual.
Los peores son los poetas jóvenes que, además de conciencia social, tienen conciencia ecológica. Son los que escriben poesía verde dando voz a los lamentos de la pachamama. Los odio. Son los que poniendo el ejemplo sobre el cuidado del agua, pueden pasar mes y medio sin bañarse.
Odio a los poetas de mediana edad. Los odio. Esos que ganaron un certamen municipal o una beca estatal y llevan su libro de 1998 a todas partes. Esos que no se pierden ningún evento cultural porque son los únicos momentos en que pueden beber vino, aunque sea barato, y alardear acerca de su próxima obra maestra, esa que llevan escribiendo la mitad de su vida y que revolucionará el lenguaje y nuestra manera de ver a los árboles y las flores. Esos que son titulares en el taller de creación literaria de la universidad local, los editores de la revista de la universidad local; y que participan en toda presentación, conferencia, seminario, charla o debate de la universidad local donde haya café y surtido rico de Gamesa, así sea sobre las últimas investigaciones veterinarias acerca del moquillo en las razas mestizas.
Los odio.
Odio a las señoras ultrasensibles que visten huipil, rebozo y tacones de doce centímetros, esas que organizan los recitales para las glorias del pueblo y aprovechan los últimos minutos de la velada para leer sus sentidos pensamientos y reflexiones en rima sobre la importancia de la niñez, la fealdad de los pobres y el crimen del aborto. Las odio. Odio sus libros impresos con dinero de sus amigas, la Chiquis Corcuera, la NenaVildosola, la Beba Videgaray y las otras chicas del bingo; esos libros cuya portada es una foto panorámica de la playa, con la autora en primer plano, alzando sus brazos al sol del amanecer.
Odio a los poetas. Los odio.
Odio a los poetas viejos, esos envilecidos por la vida literaria de provincia. Esos que creen que la credencial del Insen les otorga por default el paso a la gloria y posteridad. No importa que no tengan talento. No importa que no hayan publicado en los últimos veinte años. Esos que sobreviven impartiendo talleres por todo el país en donde les pagan por trabajar los textos de los participantes, pero que se dedican a vociferar contra la institución que los contrató, a maldecir a los funcionarios que firman sus cheques y a romper las ilusiones de los asistentes con frases del tipo: “¿Quién te dijo que esta cochinada es poesía?”, “Tú no sabes escribir, dedícate a la carpintería”, “¿Dónde esta mi dentadura?”, o “Esa de las tetas grandes, ¿cómo se llama?”.
Los odio.
Odio a los poetas hipsters, los que sueñan con publicar en La Tempestad y bailan sonidero. Esos que citan a Walser por lo que han leído en Wikiquotes. Los que en las cantinas de mala muerte conversan con los borrachos del lugar para sentir la miseria humana de primera mano, y les pagan una ronda antes de arrancar su automóvil híbrido. Esos que llegan a sus lecturas en bicicleta, luciendo intencionalmente desaliñados, acompañados de una trophy girlfriend anoréxica y disléxica.
Los odio.
Los odio a todos.
Pero odio mucho más a los artistas multidisciplinarios.

Fuente: Revista Tierra Adentro

 Elma Correa. Es narradora. Becaria del pecda Baja California 2010-2011 en la categoría de letras. Ha publicado en diferentes revistas del país..

El brujo como una admonición de la bruja
Amárrate a una escoba y alcanza el cielo, de Pablo Antúnez


Por Andrés Cisneros de la Cruz

I wish you could swim / Like the dolphins / can swim
though nothing, nothing will keep us together. 
David Bowie  
Querido ángel estas aquí, en el rugir de las guitarras 
mirando azul nuestros lamentos, perros de felicidad 
querido cielo no quiero morir, lárgate lejos de mi canción 
querido cielo vete de aquí, no quiero verte
ni en mis sueños, deja mis sueños. Javier Corcovado


Fuente
 


La música es un estado de perfección entre lo melódico y lo rítmico que se desarrolla cuánticamente —quiero plantearlo de ese modo— en lo que se conoce como una sinfonía (apúntese también poema sinfónico), y que en sus varias dimensiones discursivas, o de transcursos múltiples genera una obra completa a partir de las particularidades perceptivas que se manifiestan por un cuerpo específico, asúmase así el instrumento que representa su propia partitura. Ravel por eso puede orquestar a Mussorgsky, y por eso las gymnopedias Satie las planteó como una capa más dentro del ruido cotidiano, como una extensión gimnástica de la realidad; es decir, entendiendo la música también como un ejercicio “físico” del arte.
Es importante decir que Amárrate a una escoba y alcanza el cielo, de Pablo Antúnez, editado por la Universidad Juárez del Estado de Durango, es un libro arriesgado, y eso es valor que no cualquier poeta de buró se animaría a realizar. Salir en busca del sentido popular de una frase que puede imprimatar a una generación entera de habitantes, frase de una canción sema-geográfica; es decir, que logra reunir un cúmulo de personas en torno a una identidad, a través del ritual que es la música.
Amárrate a una escoba y vuela lejos es un verso de Saúl Hernández, el cual ocupa en una paráfrasis, Pablo Antúnez, y que es epílogo del elepé el diablito, compuesto elementalmente de canciones profanas, no al modo de Alfonso el Sabio; pero de una carga mariana —guadalupana por supuesto antes que europea—; esto pronunciado desde del característico politeísmo imperial mexica de un guerrero/sacerdote y su cosmovisión en crisis.
Cabe aquí la reflexión, de que cualquier lector serio de poesía mexicana del siglo XX, no puede (léase desde lo profesional mi comentario) dejar de ahondar en el movimiento Rupestre que surge, contiguo, de mano del bardo Ro(c)drigo González, bautista de un ato de cancioneros, entre ellos el emblemático José Cruz Camargo (Real de Catorce), o el mismo Jaime López, padrino de Cecilia Toussaint o de José Manuel Aguilera, o el hermano siamés de Saúl Hernández, Arturo Meza, así como, más activo en lo reciente, Rafael Catana. A esta veta de conocedores del verso y sus intrincaciones antropológicas es que debemos el fenómeno de los Caifanes —con todo y su alusión histórica a la película que da origen al nombre del grupo, donde participa el mítico Óscar Chávez, o el mismo Monsiváis— y sus letras que sembraron, no sólo afición por la música en los chavos universitarios de los 80 y 90, sino que también dejaron un paganismo práctico que “envenenó”—si seguimos los apuntes de Pablo Antúnez— la visión poética del mexicano de esas décadas, asumiéndose como descendientes de Caín. Por eso en la página 32, Pablo escribe: “¡Caín!, ¡Caín! / ese cabrón me heredó / sus lindas tentaciones”.
Las batallas en el cielo, la conquista del paraíso, las bodas entre el cielo y la tierra; en pocas palabras, la noción del dominio metafísico del mundo, es un ejercicio que ha preocupado a “los poetas” desde hace varios siglos. Especifico “los poetas” como género masculino, y los “siglos” como una generación cíclica, válgase la redundancia, para consolidar dicho dominio. Porque un brujo es en sí mismo percibido como un benefactor de la humanidad, recordemos a Merlín, o cristianamente al Bautista, o desde la poesía mexicana, El aprendiz de brujo, de Sergio Mondragón —otra vez la música— si recordamos el mismo título del poema sinfónico de Paul Dukas, basado así mismo en Goethe. Es elemental hacer esta acotación para entender el libro de Antúnez, pues por el otro lado las brujas, por el contrario, son percibidas o estigmatizadas como las maléficas de la historia. Sólo recordemos a Medusa, o cristianamente la figura femenina reducida a una sierva de dios con Magdalena (que hace un extenso y bello poema Rilke, traduciendo un sermón al respecto); o en la poesía mexicana si quiere verse, la bruja es una figura que retorna en voz de las poetas para tomar venganza, o realizar un acto de liberación; o desde otra perspectiva, como una bandera de resguardo para el ejercicio del conocimiento de las artes de la naturaleza. Y de un modo más marcado en las canciones que aluden a La llorona, a la Bruja, y la repetitiva imagen de la mujer como un ícono divino, poseedor de los poderes del bien y del mal. 
No es en vano que una de las grandes poetas de México no haya sido antologada aún por los “poetas” en sus antologías históricas. María Sabina es una proscrita del lenguaje y de la poesía, cuando su “magia” es más poesía que mucho de lo que se compendia como tal, aunque también soporte mucha carga de los dominios cristianos varoncentristas (para no ocupar el término genérico de lo que se ha entendido como lo humanista). Mejor Camilo José Cela, premio nobel de literatura, ocupa los cantos líricos de María Sabina como soporte de una de sus obras.
Por eso el gen transgresor que Antúnez lleva bajo la piel, tiene que ver con la osadía de no sólo asumir el carácter simbólico de varias sectas de poetas en México, sino que también asume el lugar del escriba que hace del tratado natural de la música popular su base para realizar un ejercicio sustentado en la poética de un Contrafacta. Toma los elementos circundantes, e intenta despojarlos de su condición social, para injertarlos en un tubo de ensayo de rasgos cristianos, los mete al laboratorio y falla. Se equivoca una y otra vez. Se topa contra la pared de la quimera fallida de la alquimia, que ahora sólo es historia de un poeta emasculado a su propia Cuesta. Por algo la inquisición, dentro de las más de 100 mil personas que llevó a la hoguera, incluyó a ese 20% de víctimas, personas que eran consideradas como los errantes. El otro 80% fueron mujeres, sabias, curanderas, magas, hechiceras o brujas, poetas, escribas, estudiosas, etc.
Tomemos como base la primer estrofa de la canción de Saúl Hernández: “aunque no te importe nada / la vida de un delfín, / nadarás a fin de siglo en tu pecera”. Versos que Antúnez prefiere cantar en lo que él llama, yo mayor, de ese modo escribe: “he escuchado el llanto de un ángel / incrustándose en mis huesos”. El llanto, el canto, la era de piscis dirán los esoteristas del verso. Así, el ángel de la primera parte del libro, Fuera de un paraíso habitual, se torna en niña, en mujer, en monja, y finalmente en puta, que encarna a la muerte en la segunda y tercera parte Trepado sobre el espinazo de la duda; en la cuarta y quinta parte, el dios (siempre en cursivas) del lenguaje —que enuncia desde la perspectiva psicoanalítica Lacan, pero que Antúnez lo refiere de San Agustín— se aferra a los poemas que se entregan al martirio y a la voluntad cognitiva de la deidad, así el poeta se ofrenda al tiempo y su peso. A la experiencia del dominio del padre. Y cierra el libro con este par de versos conclusivos: “no cambio a mi Dios por nada / ni siquiera por un cielo o una tierra nueva”.
El paraíso está perdido, o no lo hubo. “Si no sabes si eres rata, / o una masa amorfa más / sólo basta darle un beso al espejo”. Sigue la canción de el diablito, apología de algunos tiempos perdidos, que Antúnez en la página 70 resume así: “la calle de mi boca / calca rosas exiliadas / y mata a las putas que muerden historias olvidadas. / No hay verdad en este paraíso / ni en ningún otro / hay una libertad abortada en cada idea concebida”.
Podemos decir que Amárrate a una escoba y alcanza el cielo, es un libro triste, de renuncia, pero también de entrega. De resignación, y por tanto que asume el sentido que otorga un valor mayor; el peso del cielo, antes que el de la distancia. El techo, antes que la boca abierta del universo. Lo que parece vida, antes que lo que parece muerte.
            Este poemario nos hace recordar que en México, en los 80, mientras los poetas oficiales, bajo la tutela de Octavio Paz jugaban a ser “malditos” (como lo apunta Francisco Hernández en su famoso poema: “de niño jugaba a ser poeta maldito”), el malditismo se daba en otras latitudes; si los malditos decimonónicos fueron franceses, y para medio siglo XX los ingleses tenían en los beats su rebelión silvestre; en México es con los músicos rupestres (aprendices de poetas) y Mario Santiago Papasquiaro (por cierto, nombre del pueblo donde nació en Durango, José Revueltas) y Orlando Guillén con su revista Le Prosa, donde se aterriza esa poética del mal-viviente. Asumiendo que el ejercicio del brujo fue asumido ritualmente más por los poetas del ascenso (los bardos vulgares), y no por los del descenso, los aprendices del báculo áulico. Los bardos mexicanos fueron nómadas, trashumantes cruzando varias veces el mismo centro; palimpsesto si se quiere, de una realidad mexicana sin registro para esa época, y que son los primeros, no sólo en registrarla, sino en ritualizarla.
Curiosamente en las generaciones actuales de poetas nacionales es más fácil ver un epígrafe de Rilke o Ginsberg, que alguno de los callejeros mexicanos. El malditismo mexicano para los poetas es todavía un espacio que no ha sido registrado o tomado en serio como referente; no para su estudio, sino llanamente para su lectura. Es parte de su corpus tácito; pero no está concientizado, de tal modo que muchos poemas al ser deudores secretos de esta tradición joven e invisible, tienden a repetir y caer en el lugar común sin percatarse de su pifia.
            Pablo Antúnez pertenece a los aprendices de ollave, si leemos a Graves. Aprendices de brujo, si leemos a Mondragón. El verso original, del cual parte la paráfrasis del título, es: si no quieres entender / que invernando están las brujas / amárrate a una escoba / y vuela lejos. / Muy lejos. Es crucial para entender el sentido del libro y buscar la analogía y contraposición entre “alcanzar el cielo”: tocar fondo, llegar al límite, y su contra parte, el “ir lejos”, no llegar nunca, enfrentar el vacío que aparece siempre con rostro de pregunta: la incertidumbre. La infinitud del cosmos. Por eso concluye la canción: “aunque no puedas, / aunque te mueras”. Es decir, la muerte llega antes de que lleguemos a ninguna parte.

Amárrate A Una Escoba Y Vuela Lejos by Caifanes on Grooveshark
La muerte es el sitio que nos reúne a todos. Llegar antes a cualquier parte, es estar muerto de antemano. Por eso el cielo del lenguaje paterno es un límite que endulza el oído al que inherente ama la muerte. Pablo Antúnez los sabe, lo apunta. Lo que nos hace diferentes como poetas, o como humanos, es cómo concebimos la muerte. Al final están los poetas que enfrentan el fin con la certeza de una respuesta; los que buscan la permanente. Y los poetas que la enfrentan con la infinita incertidumbre de un racimo de preguntas, bardos que trascienden con una poética que se desintegra en canto.