15 LIBROS PARA NO DEJAR DE LEER.

 
Fernando Andrade Cancino.

 

Desde el 1er Encuentro Internacional de Escritores José Revueltas, realizado en julio del 2013 en esta ciudad de Durango, bajo la organización de la Sociedad de Escritores de Durango, A.C., entonces presidida por la Ing. (poeta y narradora) Socorro Soto Alanís, donde presenté una antología de Poetas Chilenos y a tres de los poetas asistentes, he leído algunos  buenos libros que quiero comentarles hoy.

 

“Martin Bauman”, del norteamericano David Leavitt (Edit. Anagrama, 2001: un libro que compré a la librería  La Azotea, de Zacatecas, del poeta Uriel Martínez). La novela que narra la etapa inicial en la vida de un joven escritor que busca tener éxito en Nueva York. Cientos de agudas y detalladas observaciones, lánguidamente conversacionales y confesionales,  describen una época, la de los años ochenta,  y el entorno del joven que se inicia como  autor y como corrector en una importante editorial, en una década donde la cocaína, las orgías (menages a troi), los  enormes progresos tecnológicos y científicos, y la degradación de la pandemia del Sida, lo hacen madurar y “salir del closet” para asumir su homosexualidad, como cada vez más lo hacen desde entonces, enfrentando a la vez a su mentor y conservador maestro, poderoso en el medio literario, al grado de decidir a quién se publica o a quién no, pero sobre todo enfrentándose a sí mismo –Martin Bauman, es un alter ego del autor David Levitt- como escritor gay que se desnuda literal y literariamente para poco a poco ir  mostrándonos cómo se despoja de su gloria venal, envidiosa, autodestructiva y conmovedora.  Quizá debido a la traducción del inglés al español, el libro resulta un tanto largo, y un poco aburrido, aún y cuando describe puntualmente la lucha que muchos emprenden por hacerse de una carrera y un nombre en el competido mundo literario.

 

Vino luego a mí el divertido y último libro publicado de Elmer Mendoza, “Nombre de Perro” (Tusquets Editores, 2013), donde continúa con la “zaga” del Zurdo Mendieta, un detective policiaco que investiga a los narcotraficantes. Elmer, con gran sentido del humor y ácida ironía, se regodea en su narrativa con su gran capacidad para darle al mal tiempo buena cara: “El asesino solitario”, “El amante de Janis Joplin”, “Efecto Tequila”, “Cóbraselas caro”, “Balas de Plata, y “La prueba del ácido”, son las anteriores exitosas novelas de ésta autor sinaloense, que en su conjunto retratan de cuerpo entero a éste país amafiado en lo político, en la seguridad, en sus finanzas, y por supuesto, en su gran industria, el narcotráfico. Sin perder, aún en la tragedia, su gran sentido del humor (negro).

 

“Fallas de origen” fue ganadora del Premio Letras Nuevas en 2012 (Joaquín Mortiz, 2012), su autor es el joven –“junior”- Daniel Krauze, hijo del famoso Enrique. Se trata de una novela funambulesca donde el autor da vida a Matías (¿otro alter ego?), quien regresa de Nueva York al DF, luego de vegetar allá seis largos años, como parásito de su familia que lo mantiene con sus envíos de dólares desde la capital de México. Regresa por la muerte de su padre, a un DF pletórico de antros, de “tachas”, cocaína y cristal, y por supuesto de chicas y alcohol, autos y amigos reventados y pachecos. Su vida cae en un círculo vicioso, literal y metafóricamente, que lo lleva a  afectar a sus familiares y amigos, confrontando una sociedad violenta, vacua y degradada. Es una novela fuerte, audaz y violenta, sin ambages.

 

Llegó luego la lectura de “Canción de tumba” de Julián Herbert, XXVII Premio de Novela Jaén (Literatura Mondadori, 2011) donde el autor hace una mezcla de autobiografía y ficción, en la que el personaje principal, un joven y exitoso escritor que da conferencias en Alemania, o pasa temporadas en España, recuerda a su madre prostituta, su larga agonía, sus cuidados para con ella, su pobre infancia de un lugar a otro (de Acapulco, Guerrero, a Sabinas, Coahuila, etc.), en el mismo México  violento  que Elmer Mendoza y Daniel Krauze pintan en las novelas antes comentadas, de drogas y pobreza, en el que la prostitución entra en escena con el retrato de la madre del escritor que nos narra dentro de la novela. Corrupción, violencia y destrucción en un país en el que él, como otros escritores jóvenes –lo estamos viendo-, narran con humor su desesperanza, y con mucho amor nuestro tiempo. Esta novela es para mí una de las mejores de los últimos tiempos mexicanos, bella y dramática, intensa y poética lectura, como pocas.

 

Luis González de Alba, en “No hubo barco para mí” (Cal y Arena, 2013), narra parte de la vida de su familia, de su vida literaria,  como empresario (ex dueño de “antros” gay en el DF) y líder juvenil -y prisionero en Lecumberri- en el Movimiento Estudiantil de 1968. Con una alta cultura y gusto por la música clásica, la ciencia –de la que ha sido un gran divulgador- y la poesía (es autor de varios poemarios, como “El vino de los bravos”), fue fundador del Movimiento Nacional de la Lucha contra el SIDA), y es autor del ya clásico libro sobre el 68, “Los días y los años” -entre otros-, donde narra su estancia en prisión. En éste nuevo libro nos proporciona datos de su paso como colaborador por el periódico La Jornada, por el Partido Socialista Unificado de México, del que también fue uno de los fundadores, o de su estancia en Chile, a dónde fue enviado junto a otros jóvenes líderes del 68 al salir de la cárcel, y de los cuales habla sobre sus divergencias políticas (con Álvarez Garín, por ejemplo). Un libro sincero, honesto, en el que inevitablemente asume posiciones políticas claras, aunque polémicas, y donde elabora un somero homenaje a sus ancestros, a su expareja el fallecido actor Ernesto Bañuelos, en una historia que mucho tiene de común con la de quienes nacimos en la década de los 40´s del siglo XX, en alguna provincia de México, y fuimos a la capital a estudiar –y trabajar- encontrando ese país en lucha permanente por sobrevivir un pasado –y presente- priísta que lo condena.

 

En “La mirada del otro” (Punto de lectura, Santillana Ediciones, 2012) el duranguense, político y diplomático, Jaime del Palacio presenta 6 relatos breves sobre los límites del erotismo. Él obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1981, y ha ido con el tiempo depurando su estilo literario, conciso pero elocuente, poético e íntimo, con el que ahora asume la voz y personalidad de cada una de las seis mujeres que son el personaje central de cada relato, platicando o recordando sus relaciones sexuales, su insatisfacción o satisfacción extrema con actos sexuales de carácter sado masoquista, con sus múltiples parejas, o en tríos donde se ejerce la homosexualidad, narrando con encarnadas descripciones y detalles, lenguas, vaginas, bocas y penes, que nos alebrestan la libido sexual y despiertan en nosotros la energía poética de la conciencia atroz de ser humanos, algo que sólo un buen literato como Jaime logra hacer, siempre con elegancia, en sus lectores.

 

La chihuahuense Rosa María Cortez, quien radicó hace algún tiempo en Durango, presentó aquí recientemente su libro de cuentos, leyendas, relatos y pasajes de su vida “Hojas del Árbol de mi vida” (2013). Descubrí con sorpresa y admiración al leerlo a una buena escritora que en éste, su primer libro publicado, echa toda la carne al asador: poesía, cuentos, leyendas, relatos y partes autobiográficas, de las cuales me gustan más sus poesías, leyendas y  cuentos, en los que retrata el México rural y provinciano del norte del país. No comparto su gusto por El Cuarto Camino, ni me gustaron sus relatos sobre sus andanzas en la política o entre políticos, pero encuentro en sus cuentos y leyendas una veta rulfiana que me gustó. Sus poemas son una especie de ruego amoroso al amor mismo, de plegaria y agradecimiento, de pena y alegría simultáneas que nos adentran en un mundo psíquico y mágico que solo la poesía puede brindar. Sus cuentos y leyendas son siempre thrillers con finales que hay que imaginar como lectores comprometidos, y en base a múltiples pistas que la autora nos va dejando como inteligentes cabos sueltos. Su narrativa parte de la historia regional de su natal estado de Chihuahua, de Parral, o de los lugares donde estudió, como Saltillo, o del DF donde se casó y tuvo a su hija y su hijo.  También la mitología del mundo prehispánico se hace presente, pero sobre todo los personajes de provincia, de  ciudad pequeña (“pueblo chico, infierno grande”) del norte de México, en un mosaico de relatos casi fantásticos.

 

Una duranguense, muy buena y entrañable amiga, dedicada desde siempre a la literatura, y a su promoción y difusión -como pocos-, y también a la política desde la izquierda más vanguardista, la Ing. María del Socorro Soto Alanís –dos veces presidenta de la Sociedad de Escritores de Durango, A.C.-, presentó, este año de 2014, primero en  la Feria del Libro del Palacio de Minería en el, D.F., y luego en la ciudad de Durango, su nuevo libro “Cuentos del Norte” (IMAC-Editorial Verso Destierro, 2013) en el que con un sencillo, eficaz y bello manejo del lenguaje, y ricas  metáforas con las que enriquece sus descripciones de paisajes, entornos y personajes, se reafirma con una fina narradora –y poeta- que por su tonalidad tan dulce a veces pareciera un poco cursi –sólo en apariencia-, lo que hace que sus cuentos tengan algo que me recuerda a Corín Tellado, pero también a José Agustín o José Revueltas, es decir, campea en su narrativa un humor juvenil, estudiantil y provinciano, pero a la vez mordaz y revolucionario en su no tan soterrada crítica al sistema político imperante en este país, y en particular en el norte de México.  En éste libro encuentro, como en el antes comentado de Rosa María Cortez, la enorme voluntad de crear o de recrear una realidad a veces dulce, a veces trágica, nostálgica y dolorosa, lo que hace con maestría a través del cuento (y también de la poesía).

 

Hace muchos años leí el “Elogio de la locura”, de Erasmo de Rotterdam, sobre discusiones teológicas de su tiempo, hace poco, ante la casi inminente muerte de mi ser más amado, mi madre, leí “Preparación para la muerte” (Jus, 2007), escrito hace 500 años, cuando Maquiavelo escribía el popular “El Príncipe”, en la Europa renacentista, y me pareció tan importante como éste, ya que nos ayuda a “bien morir”, y apoyar adecuadamente a quienes mueren, recomendándonos hacer un testamento, prever la enfermedad, la vejez, y la muerte inevitable, así como lograr la salvación del alma, o prever del bienestar de quienes dejamos en esta tierra. Aconseja que cuando alguien muere, durante sus momentos de agonía, guardemos serenidad y silencio para no distraer al moribundo de su inquietante pasaje a la otra vida. Un pequeño, bello y aleccionador libro que ha sido comentado por múltiples teólogos, filósofos y poetas, como Ramón Xirau, Gabriel Said y Mauricio Beuchot.

 

Durante el otoño y parte del invierno que terminó leí un libro que había adquirido durante el 1er Encuentro Internacional de Escritores, mencionado al inicio de este texto, se trata de “Lo Inconstante” (Colección Temblor de Cielo, Edit. La Otra, 2012), una antología de poemas del sueco Lasse Soderberg, que fue el principal escritor invitado al encuentro. Se trata de un poemario magistral que me parece es una vuelta al mundo en ochenta sabios poemas, una reflexión pura y maravilloso reflejo de un ser cuya conciencia y sensibilidad se expanden para hacernos gozar de todas las estéticas, tendencias literarias, estilos y metáforas de la historia de la literatura universal.   

 

Evodio Escalante Betancourt, el duranguense que es el crítico literario más erudito, incisivo y productivo actualmente en México, retoma la creación poética con “Crápula” (Colección Temblor de Cielo, Edit. La Otra, ICED, 2013), un poemario cuya lectura es como masticar vidrios, un constante rechinar de dientes donde él se hace a un lado como crítico, y le da la oportunidad al poeta del enojo, del celo, del comentario vitriólico y de metáforas hirvientes e hirientes, para hundir egos de diversos divos literarios con las turbias aguas de la sinrazón del pensamiento liberado, con verdades amargas con las que entierra estacas de carne erecta en hoyos negros de mujeres y en vanidades poéticas de nobeles creaturas.  Siempre me ha gustado Evodio como poeta porque creo que en algo nos parecemos como tales, pero dejaré a otros la tarea de comentar mi poemario más reciente “El blues del Cisne” (se presenta el día jueves 10 de abril en CORE, a las 20:00 hrs.), que es también un libro negro como el alma de los sicarios o de los suicidas, o de los poetas, como Evodio, que rehuimos la “belleza”.

 

Pero él –Evodio- también me obsequió otros libros, dos ensayos suyos recientemente publicados, uno “Metafísica y delirio. El Canto a un Dios mineral, de Jorge Cuesta” (Ediciones sin nombre, 2011), otro “Las sendas perdidas de Octavio Paz” (Ediciones sin nombre, UAM, 2013), que imagino no tendrán muchos lectores, salvo aquellos que son estudiosos -a fondo- de la literatura. En éstos se manifiesta él como lo que también es, un crítico de erudición enorme, que hace gala de sus conocimientos al brindarnos múltiples detalles y hacer miles de observaciones –pertinentes e impertinentes-, oportunas siempre, de forma incisiva, como filoso filósofo-poeta que es, y si no pregunten ustedes a Octavio Paz en su más allá cómo le fue. En ambos ensayos se cuela pertinente la “Muerte sin Fin”, de José Gorostiza (su anterior y espléndido ensayo, publicado en un gran libro), y el desarrollo de temas como el que dilucida qué es el “instante”, que tantos poetas –como Paz- mencionan en sus versos,  y otros temas como las amistades peligrosas –el suicidio de Jorge Cuesta-, la lecturas, las filosofías adoptadas –de Cuesta y Paz- bajo la influencia de Hegel, Kant, Heidegger, Sartre, Neruda (con los altibajos de la relación amistosa de éste con Paz), Sor Juana, etcétera…etcétera.

Una maravilla para el conocimiento y el crecimiento intelectual de sus lectores.   

 

Tanto como la de Soderberg o de Escalante me gustó la poesía de la chihuahuense Reneé Acosta, reunida en su nuevo libro “Metafísica del Ojo” (Solar Colección-ICHICULT, 2012). Ella es una poeta fuera de serie, que fue menospreciada cuando vivió en la ciudad de Durango, ninguneada por funcionarios del Instituto de Cultura (ICED), y que ante tan negro panorama regresó a su tierra. “Vuelvo a transitarme en cada cielo, en cada instante –nos dice Reneé en la solapa de su poemario, a manera de presentación- Soy la luz del sol y la linterna del sereno dubitativo. Soy y no soy la lámpara del hombre que busca un sabio. Ni lo busco ni lo rehúyo y me encuentro multiplicado.

“Soy la ventana y la luz que traspasa la botella, me tomo con la mano y me bebo; colocando mi boca sobre mí, me sorbo y desafío. Soy silla y me siento sobre mí, mientras me veo servirme una copa. Me coloco sobre mí, distante la mirada; me caigo lágrima de mis ojos. Mi sombra azota la puerta y viaja. Soy una estrella más adelante, fugitiva. Caigo. Sobrevuelo cientos de eones y millones de cielos interestelares. Mientras, zumbo con mis alas fascinado por mi luz, la luz gasificada de mi condensación que se ilumina. Me quemo en mis alas, absolutamente. Luz de luz, loto fractal, nirvana. Filtrado entre mis ojos poliédricos, afónicos, atónitos, ensimismados. Ascendiendo con mis alas me escucho, me lanzo a los brazos de mi amor, mi verdadero amor, los brazos, mis brazos entrelazados”.  

 

Concluyo con Atenea Cruz, joven y bella poeta de Durango que reeditó “Suite de las fieras” ( Estudio Mano de Papel, 2013) , poemario que en 2012 recibió el Premio de Poesía Beatriz Quiñones, un libro breve, de rica substancia por su carnalidad y grata sensualidad femenina –que me hizo recordar a las mujeres que recrea Jaime del Palacio-, por sus profundas metáforas que dicen lo indecible -lo que mochos y perversos callan-, y que ella desvela con la sabiduría de quien sabe que la palabra es, además de confesión y comunicación, un orgasmo prendido de  poéticos alfileres que puede invocar nuestro ser más íntimo -y darle luz-, en su andar por la vida con el cuerpo, el alma, y la conciencia atroz que surge de nuestras entrañas físicas y espirituales.

 


Publicado en la revista

2mil14   /Abril 2014


 
CANONICEMOS A LAS PUTAS


Jaime Sabines

Santoral del sábado: Bety, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.

Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.

No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, as asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.

Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.

Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.

En el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan.

Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de tí todo el tiempo.








Mario Vargas Llosa

Arte, literatura y algo más comparte  
 

Cátedra Alfonso Reyes: Mario Vargas Llosa






CARLOS FUENTES - 

La escritura: encuentro y memoria







ENTREVISTA DE ELENA PONIATOWSKA A DIEGO RIVERA
 
Diego Rivera y Frida Kahlo. Ella fue la poesía misma, le dijo el pintor a Poniatowska durante la charla
 

La única entrevista a la que me acompañó mi mamá en los 50 fue a la de Diego Rivera. Diego había pintado muchas veces a mi tía Pita Amor, y en una de esas la desnudó y para que no cupiera duda –aunque Pita en el retrato parece un pescadito rosa, un charal– escribió bajo sus pies: “Yo soy la poetisa Pita Amor”. Mamá esperó en el coche mientras yo subía al estudio en Altavista y me topé con uno de los hombres más desconcertantes y encantadores que me ha tocado entrevistar. Además me pareció generoso porque siempre tuvo tiempo para los periodistas, entre otros, una muchacha como yo. Su secretaria Teresita Proenza se asomaba de vez en cuando y le sonreía a mi juventud. Lento e indulgente accedió a contestar cuanta pregunta le hiciera, los ojos acuosos, sentado sobre una silla demasiado pequeña, elefante equilibrista y barrigón, barrigón (en el fondo todas las palabras en “on” se hicieron para Diego Rivera: Grandulón, concepción, cabezón, revolución, tragón –él mismo comentó que se echaba de un solo empujón un litro de tequila–, contemplación, ojón, –aluvión de mentiras que al final de cuentas resultaron verdades– y corazón; sí, porque a Diego se le salió del pecho. Saltó porque “el sapo es todo corazón” y se refugió en un medallón antiguo que a Frida le colgaba del pecho).

–¿Cuál es para usted el colmo de la felicidad?

–No haber nacido.

–Pero, ¿por qué dice usted eso?

(La señorita Judith Ferreto, quien llegó con una perrita, Capulina, interrumpe:)

–¿Ni siquiera el amor de Frida Kahlo justifica tu existencia, Dieguito?

–No. Porque en realidad le di tanta lata y le hice tanto daño que mejor sería no haber nacido.

–Su madre no diría lo mismo, maestro.

–Yo nunca quise a mi madre, y jamás me llevé bien con ella…

–Está usted como un señor que empieza su obra con un: “Yo odio a mi madre”.

–Bueno, no tanto.

(Declara Diego que hizo sufrir a Frida, y sin embargo, me acuerdo de un pasaje de la propio Frida: “Quizá esperen oír de mí lamentos de ‘lo mucho que se sufre’ viviendo con un hombre como Diego. Pero yo no creo que las márgenes de un río sufran por dejarlo correr…”)

–A ver, otra preguntita –sonríe Diego.

–Perdone maestro, me distraje. ¿Cuál es para usted el colmo de la infelicidad?

–El colmo de la infelicidad oscila entre el estreñimiento y asistir sin ganas a una reunión mundana.

–Sin embargo usted aparece en los periódicos un día sí y otro también. ¿No es usted amigo de los “Trescientos y algunos más”? ¿No le interesan a usted?

–No.

–¡Pero bien que los retrata!

–Sí. Pero no los conozco.

–¿Ni siquiera los conoce para retratarlos? Entonces, ¿cómo le hace?

–Para retratar no hay necesidad de interesarse ni de conocer al modelo.

–¡Eso es imposible!

–Me explico. Hay dos sentidos de conocer. El mundano, en el cual yo no conozco a la sociedad, puesto que no tengo el honor de frecuentarla. Y el sentido bíblico, en el cual puede decirse que la conozco.

–¿Y cuál es el sentido bíblico?

–¡No se haga, no se haga! ¿A poco no sabe? Es el sentido en que Noé conoció a sus hijas para crecer y multiplicarse el género humano. Además, no es preciso el conocimiento mundano para entender a la sociedad y saber todo lo que a ella concierne desde su origen hasta su presente y próximo futuro y observarla profundamente y con apasionado cuidado, e inclusive amarla en la persona de sus mejores ejemplares femeninos. Creo que es por eso que he podido pintarla. Nada importa que el amor no haya sido correspondido en la mayoría de los casos…

–¿Y quiénes son las mujeres que usted ha amado?

–¿Las mujeres que he amado? Tuve la suerte de amar a la mujer más maravillosa que he conocido. Ella fue la poesía misma y el genio mismo. Desgraciadamente no supe amarla a ella sola, pues he sido siempre incapaz de amar a una sola mujer. Dicen mis amigos que mi corazón es un multifamiliar. Por mi parte, creo que el mandato “amaos los unos a los otros” no indica limitación numérica de ninguna especie sino que antes bien, abarca a la humanidad entera.

–Pero yo lo que necesito son nombres, señor Rivera, nombres… ¿Cómo se llaman las mujeres a quienes usted ama?

–Si me pusiera a decirle nombres disgustaría a las nombradas… ¡y que nuestra Madre de Guadalupe nos libre de tal cosa! En segundo, ganaría fama de presumido, pedante y rajón, y habría cerrado para mi las veredas únicas que me interesa recorrer en esta cochina vida.

–¿Pero usted sólo considera a las mujeres como hembras? ¿O cree usted en su inteligencia y en su superioridad? ¿Cree usted en el matriarcado?

–En primer lugar yo estoy totalmente seguro de que la mujer no es de la misma especie del hombre. La humanidad es la mujer. Los hombres somos una subespecie de animales, casi estúpidos, insensitivos, inadecuados completamente para el amor, creados por la mujer para ponerse al servicio del ser inteligente y sensitivo que ellas representan. Un animal semi inteligente que ejecuta las tareas necesarias mediante la dirección de las mujeres, es decir, el hombre es a la mujer lo que el caballo es al hombre y nada más.

(La señorita Ferreto ríe. ¡Hi! ¡Hi! ¡Hi! Mira a Diego y se retuerce un poco, interrumpe mimosa:)

–¿No te importa ser caballo, Dieguito?

–¡Burro, con tal de que me ensillen!

(Con razón dijo Frida: “No hablaré de Diego como de mi “esposo” porque sería ridículo. Diego no ha sido jamás ni será “esposo” de nadie. Tampoco como de un amante, porque él abarca mucho más allá de las limitaciones sexuales, y si hablara de él como de mi hijo, no haría sino describir o pintar mi propia emoción, casi mi autorretrato y no el de Diego).

–Daría todo lo que he podido hacer gozar, inclusive el amor de Frida Kahlo, lo único realmente grande que he tenido, con tal de haber evitado el asco y las molestias que he tenido que aguantar para vivir. Esto no quiere decir que sea yo pesimista. Soy más bien epicúreo y hedonista, dentro de lo que puede caber de estas tendencias en el marxismo. Por eso es evidente que el mayor placer es el de existir dentro de la maravillosa organización universal de la materia y aguantar las molestias del ciudadano habitante de uno de los mundos más mal hechos que sea posible concebir, que es nuestra querida Tierra.

–Entonces, si se pudiera volver a nacer, ¿regresaría a la Tierra?

–Ni de chiste.

–¿A dónde iría?

–A todas partes menos a la Tierra.

–¿Usted no cree en Dios?

–Definitivamente no. Porque no se puede creer en una fuerza que está implícita y presente en toda manifestación de energía o materia. No se cree más que cuando no se entiende. Y el concepto de los dioses es una miserable disminución a escala de un mundo en donde todo ser animado necesita asesinar para vivir, un rebajamiento del maravilloso principio vital que todo lo anima, lo mismo lo deseable que lo indeseable que tal vez sea indeseable solamente porque nosotros no lo entendemos claro.

(He conservado el modo de hablar de Diego por “alrevesado” que me parezca…)

–Pero maestro, ¿qué no le interesan las religiones?

–Yo respeto todas las religiones. Me interesan extraordinariamente en el mismo plano y por análogas razones con que respeto todas las enfermedades y me intereso extraordinariamente en su curación.

–¿Y cuál sería la curación para las enfermedades religiosas?

–La curación es la nueva sociedad socialista en su pleno desarrollo que implicará la muerte del Estado previa la difusión general del máximo conocimiento posible de la existencia universal cuando no haya represiones, autoridades, ignorancia, temor a la muerte, impotencia para evitar el dolor. Cuando se entiendan claro, las fuerzas del universo, no habrá ninguna razón para inventar dioses que nos den lo que no somos capaces de obtener por nuestras propias fuerzas…

–Pero maestro, nos falta siempre algo por obtener, y eso a lo cual aspiramos desde lo más profundo de nuestro ser eternamente incompleto, es Dios.

(En este momento, Capulina brinca sobre las rodillas de Diego. Es una perrita pelona, con un abrigo de cuadritos morados y las uñas pintadas de rojo. Diego la apapacha, porque estuvo en la cama de Frida, en la noche en que ella murió. No sé por qué, pero toda esta casa de San Ángel sabe a Frida Kahlo. Será porque Teresita, la infatigable secretaria de Diego, que en ese instante le trae su té y sus medicinas, la recuerda constantemente: “Sabe usted, señorita, Fridita era tan valiente, tan generosa. Yo la oía hablar por teléfono: Fíjate, yo me siento muy bien, pero dice el doctor que me va a tener que cortar la pata…)

Miro a Diego, que sorbe lentamente su té en un dedal con pretensiones de taza. Yo me había imaginado a Diego bebiendo inmensos tarros de cerveza y cantando en ruso. Y resulta que es un blando y sumiso cordero que obedece el mandato de Teresita: “Dieguito, tómate tus medicinas”, y que pronuncia palabras en el francés más claro y cartesiano que pueda escucharse. Es un inmenso elefante de felpa, el papá de Dumbo, obediente y adormilado.

–¿Cuál es el hecho histórico que más admira?

(Al elefante, se le quita de pronto, la felpa).

–La Revolución de octubre que dio el poder al proletariado soviético y como consecuencia lo dará al proletariado mundial.

–¿Qué reforma social espera con ansia?

–La implantación del comunismo a escala mundial y en consecuencia, la de la muerte del Estado.

–Pero maestro, ¿qué es lo que el Partido Comunista hace por México?

–El Partido Comunista es el único que defiende los intereses del pueblo, es decir, de las mayorías productivas, manuales e intelectuales, contra sus explotadores del interior y del exterior. En todo aquello que representa algo favorable para el pueblo de México durante los últimos 35 años, está presente y visible la acción del partido, lo cual quiere decir que lo que hace el Partido Comunista es ejercer el patriotismo o sea el amor a México, expresado en acciones favorables al país. Ningún otro partido puede decir lo mismo, y un día todo el pueblo de México pertenecerá al Partido Comunista. Entonces se habrá establecido en nuestra patria la solidaridad humana, y el mayor bienestar posible dentro de las condiciones reales del mundo, vendrá como consecuencia.

(Los judas complacidos asienten con la cabeza. Con sus ojos de cartón fijos y vigilantes miran al hombre sentado a sus pies. Un hombre muy ampón, con un gran vientre forrado de tweed y una camisa azul rey. Unos ojos saltones bordados de rosa y una mano pequeña. La mano de Diego es menuda, transparente casi, y a mí siempre me han impresionado los señores cuyas manos y cuyos pies terminan en chiquito. ¡Como que están mal acabados! ¡Ya no alcanzó la piel y hubo que remachar rápidamente! Pero las manos de Diego son herramientas exactas, utilería de gran precisión, creadoras inagotables, sensibles e inteligentes. La presencia de los judas es maligna y se deja caer sobre la entrevista. ¡No me dejan desvariar! Cada vez que levanto los ojos encuentro un brazo de cartón blanco o unos labios de papel pintado…)

–Elenita, ¿usted le toma el pelo a los entrevistados, o no?

–No tanto, no tanto, maestro… ¿Le hago la siguiente pregunta?

–Bueno.

–¿Por cuál personaje histórico siente la mayor admiración?

–No podría elegir entre Lenin, Carlos Marx y Federico Engels.

–¿Por cuáles defectos siente usted una mayor indulgencia?

–Por los más grandes.

–¿Podría darme una definición de su carácter?

–Desgraciadamente no soy adivino, ni sicoanalista, ni siquiera filósofo. En cuanto a mi carácter vaya usted a saber porque no me conozco… Creo que…

–¿Y no intenta conocerse?

–Sí, pero no me interrumpa usted. Toda mi vida he tratado de conocerme, sin conseguirlo. La introspección ha sido en mí un completo fracaso.

–¿Y cree usted que hay alguien que lo conozca?

–Supongo que todas las mujeres que han tenido relaciones conmigo, aunque no sean sino amistosas o profesionales, por ejemplo, usted misma, Elenita Poniatowska.

–¿Usted cree en la virtud?

–Don Francisco de Quevedo dijo hace mucho tiempo: “No existe la virtud estando a oscuras”. Extiendo la realidad física a la realidad sicológica e imaginativa y con esto estoy completamente de acuerdo con Don Francisco de Quevedo.

–¿Cuál es el escritor que más le ha impresionado?

–Rabelais.

–¿Por qué?

–Esto no está en el cuestionario de Marcel Proust y no se lo voy a contestar porque sería interminable.

(El ogro ríe amablemente mostrándome una hilera de dientes pequeños. ¿Serán de leche? Indudablemente Diego Rivera no quiere ser tomado por Gargantúa).

–¿Cuáles son sus héroes y sus heroínas en la vida real?

–Es muy larga la lista, pero puedo citar cuando menos a Madame Lovachewska, a Marie Curie y a Frida Kahlo. Y volviéndonos a la cabeza de la lista, la reina Nefertiti.

–¿Por qué a Nefertiti?

–Nefertiti inventó el sistema central para el funcionamiento planetario y el monoteísmo que transmitió más tarde a Moisés haciendo posible el concepto moderno social. Admiro a Madame Lovachewska porque en su concepción del universo ovoidal descubrió que las paralelas no actúan como quería Euclides sino que siempre se juntan. Sin este cerebro femenino polonés no hubiera sido posible la ciencia moderna. Cada vez que los hombres encuentran un callejón sin salida en sus conclusiones científicas, la mujer derrumba el muro que lo cerraba para que el hombre siga adelante. Así lo hizo Nefertiti y después la Lovachewska. Nada de la actual ciencia hubiera sido posible dentro del concepto euclidiano, y cuando el hombre no pudo seguir adelante en el camino iniciado por la sabia polonesa, otro gran cerebro femenino dio la posibilidad. Los descubrimientos de María Curie hicieron posible todos los tremendos espacios donde se desarrolla actualmente el conocimiento de la materia, especialmente en lo relativo a lo más esencial de su estructura: el átomo. Yo no hubiera sabido –y creo que algún día lo sabrán todas las gentes–, a lo que puede llegar el heroísmo ante el dolor, la alegría a pesar del tormento, la ternura sin límite y el genio plástico en lo que tiene de más íntimo y directo, si no hubiera conocido a Frida Kahlo. Por eso es una de mis heroínas.

Para mi sorpresa, al finalizar la entrevista, Diego me acompañó hasta el coche porque le dije que mi mamá me esperaba. La saludó con una cortesía manifiesta y le preguntó si podría yo venir a posar porque necesitaba una carita eslava para encabezar el cuadro de una manifestación en Rusia. ¿O sería una procesión? “Voy a ponerle, como las campesinas rusas, una mascada en la cabeza”. Mamá, muy seria, casi no le respondió. Después al arrancar el automóvil me dijo:

–Ni de chiste, no te vaya a pintar como a tu tía Pita.

 Fuente: Regeneración/Elena Poniatowsky amor

JOSÉ EMILIO PACHECHO, SU OBRA SE INSCRIBE EN LAS GRANDES RUPTURAS

 

Everardo Ramírez Puentes

 José Emilio Pacheco es uno de los grandes escritores de la literatura mexicana. Su obra se inscribe en la época de las grandes rupturas con la agotada visión nacionalista. Mientras José Luis Cuevas arremetía irreverente contra las herencias plásticas, ideológicas y políticas del muralismo mexicano, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Sergio Pitol entre otros, ensayaban formas novedosas y universales que les permitieran crear nuevos territorios literarios. Sus miradas curiosas incorporaron los temas abrasadores de un nacionalismo trascendente y reflexivo; limpiaron su lenguaje del folclor ingenuo y colorido, como condición primaria para definir el perfil de una narrativa poderosa, hipertextual plena de símbolos y sentidos diversos.

Pitol se embarcó en una empresa literaria signada por un perfeccionismo magistral, muy cerca de Thomas Mann y Robert Mussi. Carlos Monsiváis, polígrafo seducido por las tonalidades, ritmos e intensidades del lenguaje popular se adscribió al género híbrido de la crónica, donde como Gore Vidal, Hunter S. Thompson, Rizard Kapuschinsky, Lee Anderson, Martín Caparrós, Tomás Eloy Martínez y Salvador Novo podía hablar de todo, desnudar al "obscuro objeto del deseo"; hasta adentrarse en las obscuras galerías de la sociedad donde habitaban todos sus miedos y todas sus esperanzas; era un hombre que lo mismo podía disertar sobre el espíritu laico de la generación juarista del 57, hasta los efectos hipnóticos de las caderas gloriosas de "la Trevi".
José Emilio Pacheco por su parte, desde su primer libro Los elementos de la Noche; ya anuncia el carácter universal de su poesía, sostenido sobre una experiencia intimista, reflexiva, profunda; más cerca de T.S. Elliot que de Neruda. Esta vocación explica su admiración por Jorge Luís Borges a quien alguna vez le dedicó cátedra memorable en el Colegio Nacional.
Comparto con ustedes tres poemas que me deslumbraron como lector poco avezado en el 85.

1. "Aquí está el sol con su único ojo, la boca escupefuego que no se hastía de calcinar la eternidad. Aquí está como un rey derrotado que observa desde el trono la dispersión de sus vasallos. A veces impregnaba de luz el cuerpo de aquella que perdiste para siempre. Hoy se limita a entrar por la ventana y te avisa que ya han dado las siete y tienes por delante la expiación de tu condena."

2. Homenaje a la Cursilería.
" Dóciles formas de entretenerte/ olvido:
recoger piedrecillas de un río sagrado,
estampar becquerianas violetas en los libros
para que amarilleen ilegibles/
besarla lentamente y en secreto
cualquier último día
antes de la terrible separación
al filo mismo
del adiós tan romántico
y sabiendo
(aunque nadie se atreva a confesarlo)
que nunca volverán las golondrinas.

3. Idilio
" Con aire de fatiga entraba el mar
en el desfiladero
El viento helado
dispersaba la nieve de la montaña
Y tú
parecías un poco de primavera
anticipo
de la vida bullente bajo los hielos
calor
para la tierra muerta
cauterio
de su corteza ensangrentada
Me enseñaste los nombres de las aves
la edad
de los pinos inconsolables
la hora en que suben y bajan las mareas
En la diafanidad de la mañana
se borraban las penas
la nostalgia
del extranjero
el rumor
de las guerras y desastres
El mundo
volvía a ser un jardín
que repoblaban
los primeros fantasmas
una página en blanco
una vasija
en donde sólo cupo aquel instante
El mar latía
En tus ojos
se anulaban los siglos
la miseria
que llamamos historia
el horror que agazapa su insidia en el futuro
Y el viento
era otra vez la libertad
que en vano
intentamos fijar
en las banderas
Como un tañido funerario entró
En el bosque un olor de muerte
Las aguas
se mancharon de lodo y de veneno
Y los guardias
llegaron a ahuyentarmos
Porque sin darnos cuenta pisábamos
el terreno prohibido
de la fábrica atroz
en que elaboran
defoliador y gas paralizante."
Extraordinario Poeta. Pero no olvidemos sus novelas memorables Morirás lejos y Las Batallas en el desierto.
Recuerdo que lo vi en la FIL de Guadalajara en el 2012. Ya acusaba un cansancio extremo, pero aun así, no dejaba de ser el escritor modesto y tímido que siempre fue. Estaba en silla de ruedas y su hija Laura Elena Pacheco le acercaba libros para su firma. Mientras tanto Cristina, su esposa estaba atenta a cualquier gesto que él hiciera. Lo cubrían desmesurados libreros del sello editorial ERA. Más tarde lo vi perderse entre los largos pasillos de la Feria.



EL GATO BAJO LA LLUVIA

Ernest Hemingway


Sólo dos americanos había en aquel hotel. No conocían a ninguna de las personas que subían y bajaban por las escaleras hacia y desde sus habitaciones. La suya estaba en el segundo piso, frente al mar y al monumento de la guerra, en el jardín público de grandes palmeras y verdes bancos. Cuando hacía buen tiempo, no faltaba algún pintor con su caballete. A los artistas les gustaban aquellos árboles y los brillantes colores de los hoteles situados frente al mar.

Los italianos venían de lejos para contemplar el monumento a la guerra, hecho de bronce que resplandecía bajo la lluvia. El agua se deslizaba por las palmeras y formaba charcos en los senderos de piedra. Las olas se rompían en una larga línea y el mar se retiraba de la playa, para regresar y volver a romperse bajo la lluvia. Los automóviles se alejaron de la plaza donde estaba el monumento. Del otro lado, a la entrada de un café, un mozo estaba contemplando el lugar ahora solitario.

La dama americana lo observó todo desde la ventana. En el suelo, a la derecha, un gato se había acurrucado bajo uno de los bancos verdes. Trataba de achicarse todo lo posible para evitar las gotas de agua que caían a los lados de su refugio.

–Voy a buscar a ese gatito –dijo ella.

–Iré yo, si quieres –se ofreció su marido desde la cama.

–No, voy yo. El pobre minino se ha acurrucado bajo el banco para no mojarse ¡Pobrecito!

El hombre continuó leyendo, apoyado en dos almohadas, al pie de la cama.

–No te mojes –le advirtió.

La mujer bajó y el dueño del hotel se levantó y le hizo una reverencia cuando ella pasó delante de su oficina, que tenía el escritorio al fondo. El propietario era un hombre viejo y muy alto.

–Il piove –expresó la americana.

El dueño del hotel le resultaba simpático.

–Sí, sí signora, brutto tempo. Es un tiempo muy malo.

Se quedó detrás

Se quedó detrás del escritorio, al fondo de la oscura habitación. A la mujer le gustaba. Le gustaba la seriedad con que recibía cualquier queja. Le gustaba su dignidad y su manera de servirla y de desempeñar su papel de hotelero. Le gustaba su rostro viejo y triste y sus manos grandes. 

Estaba pensando en aquello cuando abrió la puerta y asomó la cabeza. La lluvia había arreciado. Un hombre con un impermeable cruzó la plaza vacía y entró en el café. El gato tenía que estar a la derecha. Tal vez pudiese acercarse protegida por los aleros. Mientras tanto, un paraguas se abrió detrás. Era la sirvienta encargada de su habitación, mandada, sin duda, por el hotelero.

–No debe mojarse –dijo la muchacha en italiano, sonriendo.

Mientras la criada sostenía el paraguas a su lado, la americana marchó por el sendero de piedra hasta llegar al sitio indicado, bajo la ventana. El banco estaba allí, brillando bajo la lluvia, pero el gato se había ido. La mujer se sintió desilusionada. La criada la miró con curiosidad.

–Ha perduto qualque cosa, signora?

–Había un gato aquí –contestó la americana.

–¿Un gato?

–Sí il gatto.

– ¿Un gato? –la sirvienta se echó a reír– ¿Un gato? ¿Bajo la lluvia?

–Sí; se había refugiado en el banco –y después–: ¡Oh! ¡Me gustaba tanto! Quería tener un gatito.

Cuando habló en inglés, la doncella se puso seria.

–Venga, signora. Tenemos que regresar. Si no, se mojará.

–Me lo imagino –dijo la extranjera.

Volvieron al hotel por el sendero de piedra. La muchacha se detuvo en la puerta para cerrar el paraguas. Cuando la americana pasó frente a la oficina, el padrone se inclinó desde su escritorio. Ella experimentó una rara sensación. Il padrone la hacía sentirse muy pequeña y a la vez, importante. Tuvo la impresión de tener una gran importancia. Después de subir por la escalera, abrió la puerta de su cuarto. George seguía leyendo en la cama.

– ¿Y el gato? –preguntó, abandonando la lectura.

–Se fue.

– ¿Y dónde puede haberse ido? –preguntó él, abandonando la lectura.

La mujer se sentó en la cama.

– ¡Me gustaba tanto! No sé por qué lo quería tanto. Me gustaba. No debe resultar agradable ser un pobre gatito bajo la lluvia.

George se puso a leer de nuevo.

Su mujer se sentó frente al espejo del tocador y empezó a mirarse con el espejo de mano. Se estudió el perfil, primero de un lado y después del otro, y por último se fijó en la nuca y en el cuello.

– ¿No te parece que me convendría dejarme crecer el pelo? –le preguntó, volviendo a mirarse de perfil.

George levantó la vista y vio la nuca de su mujer, rasurada como la de un muchacho.

–A mí me gusta como está.

– ¡Estoy cansada de llevarlo tan corto! Ya estoy harta de parecer siempre un muchacho.

George cambió de posición en la cama. No le había quitado la mirada de encima desde que ella empezó a hablar.

– ¡Caramba! Si estás muy bonita – dijo.

La mujer dejó el espejo sobre el tocador y se fue a mirar por la ventana. Anochecía ya.

–Quisiera tener el pelo más largo, para poder hacerme moño. Estoy cansada de sentir la nuca desnuda cada vez que me la toco. Y también quisiera tener un gatito que se acostara en mi falda y ronroneara cuando yo lo acariciara.

– ¿Sí? –dijo George.

–Y además, quiero comer en una mesa con velas y con mi propia vajilla. Y quiero que sea primavera y cepillarme el cabello frente al espejo, tener un gatito y algunos vestidos nuevos. Quisiera tener todo eso.

– ¡Oh! ¿Por qué no te callas y lees algo? –dijo George, reanudando su lectura.

Su mujer miraba desde la ventana. Ya era de noche y todavía llovía a través de las palmeras.

–De todos modos, quiero un gato –dijo–. Quiero un gato. Quiero un gato. Ahora mismo. Si no puedo tener el pelo largo ni divertirme, por lo menos necesito un gato.

George no la escuchaba. Estaba leyendo su libro. Desde la ventana, ella vio que la luz se había encendido en la plaza.

 Alguien llamó a la puerta.

–Avanti –dijo George, mirando por encima del libro.

En la puerta estaba la sirvienta. Traía un gran gato color carey que pugnaba por zafarse de los brazos que lo sujetaban.

–Con permiso –dijo la muchacha– il padrone me encargó que trajera esto para lasignora.

 
SOBRE LA MUERTE DEL POETA MARCO FONZ
Por Andrés Cisneros
 
Encabronado y triste. Definitivamente me siento más con el ánimo de hablar de Marco Fonz, en lo que significa su muerte, que del amigo. Para su amistad estarán las cantinas y los brindis. Porque la muerte de Fonz lo que hace ver, y sentir, es que la corrupción de la poesía en México, y en general en el mundo, esa poesía que ha sido cooptada no sólo por sectas políticas y religiosas, sino más ruin aún, para la vil necesidad de supervivencia, y que cerca y ocupa todo a su antojo para los intereses de su Logia, y compone una idea de "calidad" y la ejerce como un juicio, como una dictamen para decir quien está (quien vive), y quien no (quien muere) dentro de los círculos que sólo terminan peleándose los presupuestos, para sus partidos o religiones, y pueden ocupar los escaparates de la parafernalia dizque de la poesía, esa corrupción es la que nos está pisando la yugular. No pocos acusaron a Marco Fonz de "pasional" y "visceral" al lanzar sus denuncias sobre el poder articulado en México con sus garras sobre la "poesía nacional"; quién más habla así, sin el "pudor" de ser "mal visto", y menospreciado incluso. Fonz es de la genealogía de los poetas de izquierda, que en esta última generación, junto con Máximo Cerdio y Ángel Carlos Sánchez, mantuvo una postura contra el "imperiesito" que han tallado "los poetas empoderados" desde un CONACULTA-salinista. (Dirán, diremos, se cruzaran los cables), pero ahí están sus denuncias, sus panfletos, por qué no decirlo así, de un movimiento contra la corrupción, un movimiento que los poetas en México, con la pena lo digo, pero no lo están haciendo. Nadie (poetas) renuncia a su puesto cuando ve la corrupción. Lo que significa la muerte del poeta Marco Fonz, es que los que se llaman infras, ahora están más preocupados por legitimar su pertenencia a ese grupo, que mantener esa radicalidad a prueba de muerte; romper los vidrios, lanzar las sillas, golpear a los espurios. Una muerte dolorosa y ejemplar porque deja en claro que en México, únicamente quieren a sus poetas muertos, y no vivos. Eso es seguro; Fonz, ahora que estás muerto tendrás la compañía que nunca tuviste en vida, tenlo por seguro, escribirán de ti. Porque en vida el poeta está solo, con el mundo en contra, la vida en contra, con el gobierno en contra, y con los "poetas" en contra. Carajo, buen viaje.
 Andrés Cisneros