Séptimo arte

SÉPTIMO ARTE

Por Fernando Andrade Cancino
 

El cine rebasa a la literatura y al periodismo con su lenguaje y comunicación, ya que puede ser visto aún por analfabetas. Surgió ligado al telégrafo, la radio, y la aviación. Si en el siglo XVI una noticia tardaba meses en ir de un continente a otro, la comunicación vía satélite convirtió las noticias en arqueología viva: las imágenes se adelantaron a las palabras, como hemos visto en la Revolución del Jazmín, en la de Egipto, y en la de “los indignados” de España en días pasados. La música forma parte del lenguaje cinematográfico y está en función del guión; hay música hecha para el ritmo cinematográfico en función de las imágenes. También hay improvisación musical frente a las imágenes, con músicos muy reputados. Carlos Chávez, en 1926, fue músico de cine, y vertió su experiencia cinematográfica en “Sinfonía India”. El duranguense Silvestre Revueltas hizo en 1934 la música para las películas, “Janitzio” (que inaugura
el indigenismo en cine) de Carlos Navarro, y “Redes”,
de Emilio Gómez Muriel y Fred Zinnemann, en la que él concibe la unión de la lucha contra la naturaleza, y la lucha cívica, como una sinfonía, logrando una correspondencia entre la música, el ritmo cósmico de la pesca marítima y la rebelión de los trabajadores. En 1939 hizo la música de “La noche de los
Mayas”, de Chano Urueta. Vámonos con Pancho Villa”, basada  en la novela homónima de Rafael F. Muñoz, debió en parte
su éxito a la música de Revueltas, que actúa en el filme como pianista tocando en una cantina, bajo un gran cartel en el que se pide a los revolucionarios borrachos no disparar contra el músico. Alfredo Antonio González, también duranguense, antes de fundar en la ciudad de Durango la Escuela Superior de Música y la Orquesta Sinfónica de la Universidad Juárez del Estado, musicalizó, en 1950, las películas, “Mi marido”, “Los pobres van al cielo”, y “Ofrendas”, componiendo además los corridos que se cantaron en el filme “Corazones de México”.

Max Urban, antes de que se filmara la película “Janitzio”, había puesto música para su filme “La mujer del puerto”, donde actúa en un papel principal la durangueña Andrea Palma, música audible solamente acompañada de las imágenes cinematográficas, a diferencia de la de Silvestre Revueltas que es audible por sí misma, y que sigue siendo interpretada por grandes orquestas. Por otra parte, la arquitectura cinematográfica inicialmente fue para un público pequeño.
En 1897 Porfirio Díaz prendió, al inaugurar, el alumbrado del Zócalo. En esa época, en los pueblos, para atraer a la gente al cine, prendían un foco. Los cines no son teatros, aún y cuando algunos tengan concepción teatral. Se llegó a una especificidad de la arquitectura cinematográfica con el cine Regis en la ciudad de México, y posteriormente, en los cine-clubs de Alatriste, desapareció el escenario. Conforme aumentaron los espectadores y el cine se volvió espectáculo de masas aumentó el tamaño de sus edificios; el cine Florida, para 8,000 espectadores, fue el último muy grande, y luego inició la contracción de la arquitectura cinematográfica.
El cine, en México particularmente, ha tenido una función escapista. Hace años, desde su vestíbulo palaciego el espectador era enajenado, ahora grandes dulcerías, cafeterías, boliches,
etc., desarrollan esa función. El cine ha creado sus propios mitos y ritos. Aunque de cierta forma hoy, por ejemplo, el concepto de estrella (Dolores del Río) ha quedado superado y es arqueología cinematográfica, aún y cuando Hollywood fomenta ese concepto todavía.

Toda práctica implica una teoría. Lumiere  –uno de los inventores del cinematógrafo- implica una teoría aún y cuando no esté escrita. Con el tiempo surgirá una crítica específicamente cinematográfica. Arnold Hausser (el primer historiador del arte que consideró al cine como “séptimo arte”) escribió que el cine ofrecía sueños de la clase media, sin tomar en cuenta que, por ejemplo, Charles Chaplin solía tratar realidades muy crueles.

El cine surge como industria el 6 de octubre de 1927, con la presentación en Nueva York de “El cantante de Jazz”, y es un
trabajo en equipo, un producto colectivo, y como toda industria, cuenta con sindicatos, aunque muy diferentes a los universitarios, por ejemplo. El cine fue consecuencia del perfeccionamiento de la fotografía instantánea, de la “Instamatic” al cine hubo un paso muy breve, que dieron los hermanos Lumiere, aplicando el mecanismo de las máquinas de coser para hacer girar el rollo de negativos. Querían estudiar el movimiento de animales y hombres, continuando con los estudios del fotógrafo J.E. Marey.

El cine nació pues como ciencia y no como espectáculo. De ahí que cuando se filmaba un duelo a muerte, era difícil que el espectador entendiera que se trataba de una ficción y no de
la realidad. Cuando se exhibió “Juana de Arco” de Georges
Melié, muchos, al verla como noticia de un hecho real, no entendían cómo era posible ya que ella había muerto muchos años antes. Durante el porfiriato no se filmaron hechos reales relacionados con grupos indígenas (se hizo cine positivista, no crítico), sino con el “progreso”. Había un rechazo a la copia fiel, “naturalista”, de la sociedad, una tendencia a idealizar, una selección de imágenes, y cuando se aceptaba la verdad había una idealización de ésta, por medio de la selección o los “retoques”. Río Blanco y Cananea fueron muy importantes en el Porfiriato, principalmente por la entrada de “Rangers” norteamericanos; Cananea no se filmó, por la distancia y lo sorpresivo. De Río Blanco sí se dieron noticias pero no fueron
camarógrafos. Hubo pues ausencia del hecho político, expresión muy clara del Porfiriato que hizo “poca política y mucha administración” (aunque el estado no prohibía tratar el hecho político, hubo una especie de autocensura). Se trató de una generación ligada a la literatura y al folletón que tuvo problemas para asimilar el cine. En las películas de toros aventaban sombreros a la pantalla. Cuando un tren se venía sobre la lente de la cámara, los espectadores salían corriendo de la sala. (80% de la población era analfabeta en el Porfiriato).

* Texto publicado en el periódico digital  A fondo No. 107

* Más textos del autor: http://fernuchi3.blogspot.com/ a fondo [periódico digital)

2 comentarios:

Fernando Andrade Cancino dijo...

Gracias Pablo y un abrazote

Arte, literatura y algo más dijo...

Va uno de regreso Arquitecto. Saludos