LA CAMA Por Isadora Montenlongo


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Isadora Montelongo (Monterrey, México)

La cama


Georgina huele la almohada de su cama, la besa, la muerde, la aprieta, devorándola pensando en él. La cama tibia. Revuelve el cuerpo desnudo de G entre sus sábanas marrón. Entierra, suave, las piernas de la chica entre los pliegues de algodón, arrastra hasta sus entrañas de tela el recuerdo del pecho cuadrado y ardiente de su amado.

Aún oye latir su corazón entre el algodón de las sábanas. Aún espera desnuda su regreso en esa cama viva, palpitante que se estremece cuando ellos se besan y se vuelca inquietante al contacto de sus carnes calientes, que se entierran una dentro de la otra. La cama está viva, la cama siente los sedosos dedos de los amantes. El mueble recoge las creaciones de las horas de amor.

Georgina le llora, aferrándose a las almohadas, llora porque le devuelva a su amado, resurja entre la noche desde el fondo del vientre del colchón que se lo ha devorado impaciente después de la última gota de la embriagadora copula.

La chica no se ha levantado, no ha ido al trabajo, le importa poco levantar el auricular del teléfono cuando suena, ha aventado el celular porque es de lo más asqueroso guardarlo debajo de las garras de las almohadas de algodón. Georgina espera con los dedos dentro de su ranura. Georgina espera una gota, olor a cálido mar, que proviene de sus profundos adentros. La cama se satisface y comienza a entregarle los arenados dedos de su amor, el pecho que surge como una hilera de ladrillos, Georgina excitada, comienza a rasguñar, la primera piel que brota de la cama, su cuello, un hermoso cuello que se eriza ante el olfato de la que espera. Las piernas de su hombre que se desentierran de entre las sábanas movedizas. El sexo de su hombre se asoma y la arrebata, el vientre que siente vivo, la cama, les da, y ella toma y él despierta y la envuelve entre sus brazos, hasta la última lluvia de amor.

Georgina duerme entre los brazos de su amado que ha vuelto desde dentro del colchón. Georgina duerme y sueña que le tiene, que alguna vez se paran y hacen cosas fuera de esa cama. Georgina despierta abrazada de las almohadas, con su entrepierna enfriándose, entre las malditas sábanas que guardan el calor del amor. Georgina, huele, la almohada de su cama, esperando nuevamente a su amor.
Nota de la autora: Este es un borrador

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