La Orfandad de las hormigas

Muestra de poesía alacranezca 



Por Jesús Marín [Durango, México]

La Orfandad de las hormigas



Una de esas estrellas tiene tu nombre me dijo la voz de la abuela, una noche cuando
todos dormían, una noche limpia de nubes y claridad de madrugada. Se escuchaba el respirar de grillos y el lamento de las ánimas.
Me lo dijo mientras sus morenas manos tejían canciones en mi cabello. mientras me daba sorbos de chocolate. Chocolate más hermoso jamás he vuelto a soñar. Manos más amorosas jamás he vuelto a sentir.
Desde entonces, aún ahora sigo creyéndome dueño de una estrella, sigo escuchando el lamento de las ánimas. Sigo atesorando las palabras de mi vieja.

VI
Mi vocación de inventor de historias proviene de mi abuela, la mestiza, que nació de sangre tepehuana y sangre de no sé dónde, la que era pequeñita como tallo de amapola pero tenía ciclópeos ojos de lechuza y alas infinitas para alcanzar la luna.
Y un rostro de niñez inconclusa surcado por millares de tortugas sonriéndole desde adentro de la piel. Y manos para nombrar las cosas del mundo. Y manos para atrapar los secretos de la noche.
Su piel conservaba la calidez del campo y aún olía al río donde refrescaba sus pies de niña. Sus ojos irradiaban luz al recordar los sabores de su niñez. Y de sus dedos brotaban blancas rosas que estallaban en mi rostro.
VII
Abuela nunca dormía, pasaba las madrugadas mirando el cielo, inventando historias para invocar al sueño. Me contaba de la niña que muere de tristeza cada noche que pasa lejos de su niñez. Y cuya alma se convierte en negra mariposa.
Entonces sus ojos se le iban extinguiendo y guardaba las perlas entre sus labios y se convertía en piedra viviente y de su boca volaban mariposas.
No la comprendí hasta el día en que murió cuando una mariposa negra se posó bajo la higuera justo encima de mi cabeza.
Entonces supe que la niña triste en realidad era mi abuela.
X
Antes de cumplir los nueve años tuve los oficios más variados y peligrosos del mundo. Hubo mañanas en que fui jinete en la lejanía del oeste, pirata perseguido por la furia del mar con feroz espada de afilada madera y un sombrero de periódico.
Y antes del mediodía había conquistado medio universo conocido. También fui pistolero de dorados y brillantes revólveres que colgaban de mis fundas por debajo de mis pantaloncillos cortos.
Y pese a ser valiente y osado, de ser sagaz y aventurero tenía que estar en casa a la hora de comer o arriesgarme a enfrentar al pistolero más peligroso del mundo: a mi madre, que no tenía sendas pistolas, que no llevaba fundas a la altura de la cintura pero sabía que con abrazarme preso era de sus besos, rehén de sus cariños.
Mi madre es mi brújula y mi chamán mi sanadora de dolores, mi fuente de ternura y casi nunca me besó más que con la mirada. Pero se mantuvo dos meses al pie de mi cama cuando la fiebre no cedía rezando el rezo de las madres, único rezo enseñado por Dios. Y me hacía pasteles de chocolate y se quedaba con los mendrugos para que yo nunca pasara hambres; hay en las madres del mundo secretos desde antiguo que les dice como ser madres, que les indica como ser Dios…
XII
Mi madre renunció a ser mujer antes de los veinte años, abandonó su cintura estrecha, a su única muñeca de trapo para darme lo que ella no tuvo.
Aguantó los golpes de mi padre, el rechazo de mi abuela, la francesa para ofrecerme lo único que era suyo, su vida plena, sus lágrimas que lavaron mis lágrimas, sus abrazos que aún los llevo aquí dentro y sus hermosos ojos que ya no me han vuelto a mirarpero que miro cada noche y me protegen de mis miedos y me arropan y me cuidan.
Mi madre era una mujer triste que ocultó su tristeza y como todas las mujeres del mundo fue crucificada y como todas las mujeres del mundo ofreció la otra mejilla y como todas las mujeres del mundo vive eternamente. Antes de ser mujer era mi madre. Es mi madre. Y junto con mi abuela me salvaron del mundo. Y me convirtieron en lo que soy para bien o para mal. Mi madre no ha de morir mientras yo viva.

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