15 LIBROS PARA NO DEJAR DE LEER.

 
Fernando Andrade Cancino.

 

Desde el 1er Encuentro Internacional de Escritores José Revueltas, realizado en julio del 2013 en esta ciudad de Durango, bajo la organización de la Sociedad de Escritores de Durango, A.C., entonces presidida por la Ing. (poeta y narradora) Socorro Soto Alanís, donde presenté una antología de Poetas Chilenos y a tres de los poetas asistentes, he leído algunos  buenos libros que quiero comentarles hoy.

 

“Martin Bauman”, del norteamericano David Leavitt (Edit. Anagrama, 2001: un libro que compré a la librería  La Azotea, de Zacatecas, del poeta Uriel Martínez). La novela que narra la etapa inicial en la vida de un joven escritor que busca tener éxito en Nueva York. Cientos de agudas y detalladas observaciones, lánguidamente conversacionales y confesionales,  describen una época, la de los años ochenta,  y el entorno del joven que se inicia como  autor y como corrector en una importante editorial, en una década donde la cocaína, las orgías (menages a troi), los  enormes progresos tecnológicos y científicos, y la degradación de la pandemia del Sida, lo hacen madurar y “salir del closet” para asumir su homosexualidad, como cada vez más lo hacen desde entonces, enfrentando a la vez a su mentor y conservador maestro, poderoso en el medio literario, al grado de decidir a quién se publica o a quién no, pero sobre todo enfrentándose a sí mismo –Martin Bauman, es un alter ego del autor David Levitt- como escritor gay que se desnuda literal y literariamente para poco a poco ir  mostrándonos cómo se despoja de su gloria venal, envidiosa, autodestructiva y conmovedora.  Quizá debido a la traducción del inglés al español, el libro resulta un tanto largo, y un poco aburrido, aún y cuando describe puntualmente la lucha que muchos emprenden por hacerse de una carrera y un nombre en el competido mundo literario.

 

Vino luego a mí el divertido y último libro publicado de Elmer Mendoza, “Nombre de Perro” (Tusquets Editores, 2013), donde continúa con la “zaga” del Zurdo Mendieta, un detective policiaco que investiga a los narcotraficantes. Elmer, con gran sentido del humor y ácida ironía, se regodea en su narrativa con su gran capacidad para darle al mal tiempo buena cara: “El asesino solitario”, “El amante de Janis Joplin”, “Efecto Tequila”, “Cóbraselas caro”, “Balas de Plata, y “La prueba del ácido”, son las anteriores exitosas novelas de ésta autor sinaloense, que en su conjunto retratan de cuerpo entero a éste país amafiado en lo político, en la seguridad, en sus finanzas, y por supuesto, en su gran industria, el narcotráfico. Sin perder, aún en la tragedia, su gran sentido del humor (negro).

 

“Fallas de origen” fue ganadora del Premio Letras Nuevas en 2012 (Joaquín Mortiz, 2012), su autor es el joven –“junior”- Daniel Krauze, hijo del famoso Enrique. Se trata de una novela funambulesca donde el autor da vida a Matías (¿otro alter ego?), quien regresa de Nueva York al DF, luego de vegetar allá seis largos años, como parásito de su familia que lo mantiene con sus envíos de dólares desde la capital de México. Regresa por la muerte de su padre, a un DF pletórico de antros, de “tachas”, cocaína y cristal, y por supuesto de chicas y alcohol, autos y amigos reventados y pachecos. Su vida cae en un círculo vicioso, literal y metafóricamente, que lo lleva a  afectar a sus familiares y amigos, confrontando una sociedad violenta, vacua y degradada. Es una novela fuerte, audaz y violenta, sin ambages.

 

Llegó luego la lectura de “Canción de tumba” de Julián Herbert, XXVII Premio de Novela Jaén (Literatura Mondadori, 2011) donde el autor hace una mezcla de autobiografía y ficción, en la que el personaje principal, un joven y exitoso escritor que da conferencias en Alemania, o pasa temporadas en España, recuerda a su madre prostituta, su larga agonía, sus cuidados para con ella, su pobre infancia de un lugar a otro (de Acapulco, Guerrero, a Sabinas, Coahuila, etc.), en el mismo México  violento  que Elmer Mendoza y Daniel Krauze pintan en las novelas antes comentadas, de drogas y pobreza, en el que la prostitución entra en escena con el retrato de la madre del escritor que nos narra dentro de la novela. Corrupción, violencia y destrucción en un país en el que él, como otros escritores jóvenes –lo estamos viendo-, narran con humor su desesperanza, y con mucho amor nuestro tiempo. Esta novela es para mí una de las mejores de los últimos tiempos mexicanos, bella y dramática, intensa y poética lectura, como pocas.

 

Luis González de Alba, en “No hubo barco para mí” (Cal y Arena, 2013), narra parte de la vida de su familia, de su vida literaria,  como empresario (ex dueño de “antros” gay en el DF) y líder juvenil -y prisionero en Lecumberri- en el Movimiento Estudiantil de 1968. Con una alta cultura y gusto por la música clásica, la ciencia –de la que ha sido un gran divulgador- y la poesía (es autor de varios poemarios, como “El vino de los bravos”), fue fundador del Movimiento Nacional de la Lucha contra el SIDA), y es autor del ya clásico libro sobre el 68, “Los días y los años” -entre otros-, donde narra su estancia en prisión. En éste nuevo libro nos proporciona datos de su paso como colaborador por el periódico La Jornada, por el Partido Socialista Unificado de México, del que también fue uno de los fundadores, o de su estancia en Chile, a dónde fue enviado junto a otros jóvenes líderes del 68 al salir de la cárcel, y de los cuales habla sobre sus divergencias políticas (con Álvarez Garín, por ejemplo). Un libro sincero, honesto, en el que inevitablemente asume posiciones políticas claras, aunque polémicas, y donde elabora un somero homenaje a sus ancestros, a su expareja el fallecido actor Ernesto Bañuelos, en una historia que mucho tiene de común con la de quienes nacimos en la década de los 40´s del siglo XX, en alguna provincia de México, y fuimos a la capital a estudiar –y trabajar- encontrando ese país en lucha permanente por sobrevivir un pasado –y presente- priísta que lo condena.

 

En “La mirada del otro” (Punto de lectura, Santillana Ediciones, 2012) el duranguense, político y diplomático, Jaime del Palacio presenta 6 relatos breves sobre los límites del erotismo. Él obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1981, y ha ido con el tiempo depurando su estilo literario, conciso pero elocuente, poético e íntimo, con el que ahora asume la voz y personalidad de cada una de las seis mujeres que son el personaje central de cada relato, platicando o recordando sus relaciones sexuales, su insatisfacción o satisfacción extrema con actos sexuales de carácter sado masoquista, con sus múltiples parejas, o en tríos donde se ejerce la homosexualidad, narrando con encarnadas descripciones y detalles, lenguas, vaginas, bocas y penes, que nos alebrestan la libido sexual y despiertan en nosotros la energía poética de la conciencia atroz de ser humanos, algo que sólo un buen literato como Jaime logra hacer, siempre con elegancia, en sus lectores.

 

La chihuahuense Rosa María Cortez, quien radicó hace algún tiempo en Durango, presentó aquí recientemente su libro de cuentos, leyendas, relatos y pasajes de su vida “Hojas del Árbol de mi vida” (2013). Descubrí con sorpresa y admiración al leerlo a una buena escritora que en éste, su primer libro publicado, echa toda la carne al asador: poesía, cuentos, leyendas, relatos y partes autobiográficas, de las cuales me gustan más sus poesías, leyendas y  cuentos, en los que retrata el México rural y provinciano del norte del país. No comparto su gusto por El Cuarto Camino, ni me gustaron sus relatos sobre sus andanzas en la política o entre políticos, pero encuentro en sus cuentos y leyendas una veta rulfiana que me gustó. Sus poemas son una especie de ruego amoroso al amor mismo, de plegaria y agradecimiento, de pena y alegría simultáneas que nos adentran en un mundo psíquico y mágico que solo la poesía puede brindar. Sus cuentos y leyendas son siempre thrillers con finales que hay que imaginar como lectores comprometidos, y en base a múltiples pistas que la autora nos va dejando como inteligentes cabos sueltos. Su narrativa parte de la historia regional de su natal estado de Chihuahua, de Parral, o de los lugares donde estudió, como Saltillo, o del DF donde se casó y tuvo a su hija y su hijo.  También la mitología del mundo prehispánico se hace presente, pero sobre todo los personajes de provincia, de  ciudad pequeña (“pueblo chico, infierno grande”) del norte de México, en un mosaico de relatos casi fantásticos.

 

Una duranguense, muy buena y entrañable amiga, dedicada desde siempre a la literatura, y a su promoción y difusión -como pocos-, y también a la política desde la izquierda más vanguardista, la Ing. María del Socorro Soto Alanís –dos veces presidenta de la Sociedad de Escritores de Durango, A.C.-, presentó, este año de 2014, primero en  la Feria del Libro del Palacio de Minería en el, D.F., y luego en la ciudad de Durango, su nuevo libro “Cuentos del Norte” (IMAC-Editorial Verso Destierro, 2013) en el que con un sencillo, eficaz y bello manejo del lenguaje, y ricas  metáforas con las que enriquece sus descripciones de paisajes, entornos y personajes, se reafirma con una fina narradora –y poeta- que por su tonalidad tan dulce a veces pareciera un poco cursi –sólo en apariencia-, lo que hace que sus cuentos tengan algo que me recuerda a Corín Tellado, pero también a José Agustín o José Revueltas, es decir, campea en su narrativa un humor juvenil, estudiantil y provinciano, pero a la vez mordaz y revolucionario en su no tan soterrada crítica al sistema político imperante en este país, y en particular en el norte de México.  En éste libro encuentro, como en el antes comentado de Rosa María Cortez, la enorme voluntad de crear o de recrear una realidad a veces dulce, a veces trágica, nostálgica y dolorosa, lo que hace con maestría a través del cuento (y también de la poesía).

 

Hace muchos años leí el “Elogio de la locura”, de Erasmo de Rotterdam, sobre discusiones teológicas de su tiempo, hace poco, ante la casi inminente muerte de mi ser más amado, mi madre, leí “Preparación para la muerte” (Jus, 2007), escrito hace 500 años, cuando Maquiavelo escribía el popular “El Príncipe”, en la Europa renacentista, y me pareció tan importante como éste, ya que nos ayuda a “bien morir”, y apoyar adecuadamente a quienes mueren, recomendándonos hacer un testamento, prever la enfermedad, la vejez, y la muerte inevitable, así como lograr la salvación del alma, o prever del bienestar de quienes dejamos en esta tierra. Aconseja que cuando alguien muere, durante sus momentos de agonía, guardemos serenidad y silencio para no distraer al moribundo de su inquietante pasaje a la otra vida. Un pequeño, bello y aleccionador libro que ha sido comentado por múltiples teólogos, filósofos y poetas, como Ramón Xirau, Gabriel Said y Mauricio Beuchot.

 

Durante el otoño y parte del invierno que terminó leí un libro que había adquirido durante el 1er Encuentro Internacional de Escritores, mencionado al inicio de este texto, se trata de “Lo Inconstante” (Colección Temblor de Cielo, Edit. La Otra, 2012), una antología de poemas del sueco Lasse Soderberg, que fue el principal escritor invitado al encuentro. Se trata de un poemario magistral que me parece es una vuelta al mundo en ochenta sabios poemas, una reflexión pura y maravilloso reflejo de un ser cuya conciencia y sensibilidad se expanden para hacernos gozar de todas las estéticas, tendencias literarias, estilos y metáforas de la historia de la literatura universal.   

 

Evodio Escalante Betancourt, el duranguense que es el crítico literario más erudito, incisivo y productivo actualmente en México, retoma la creación poética con “Crápula” (Colección Temblor de Cielo, Edit. La Otra, ICED, 2013), un poemario cuya lectura es como masticar vidrios, un constante rechinar de dientes donde él se hace a un lado como crítico, y le da la oportunidad al poeta del enojo, del celo, del comentario vitriólico y de metáforas hirvientes e hirientes, para hundir egos de diversos divos literarios con las turbias aguas de la sinrazón del pensamiento liberado, con verdades amargas con las que entierra estacas de carne erecta en hoyos negros de mujeres y en vanidades poéticas de nobeles creaturas.  Siempre me ha gustado Evodio como poeta porque creo que en algo nos parecemos como tales, pero dejaré a otros la tarea de comentar mi poemario más reciente “El blues del Cisne” (se presenta el día jueves 10 de abril en CORE, a las 20:00 hrs.), que es también un libro negro como el alma de los sicarios o de los suicidas, o de los poetas, como Evodio, que rehuimos la “belleza”.

 

Pero él –Evodio- también me obsequió otros libros, dos ensayos suyos recientemente publicados, uno “Metafísica y delirio. El Canto a un Dios mineral, de Jorge Cuesta” (Ediciones sin nombre, 2011), otro “Las sendas perdidas de Octavio Paz” (Ediciones sin nombre, UAM, 2013), que imagino no tendrán muchos lectores, salvo aquellos que son estudiosos -a fondo- de la literatura. En éstos se manifiesta él como lo que también es, un crítico de erudición enorme, que hace gala de sus conocimientos al brindarnos múltiples detalles y hacer miles de observaciones –pertinentes e impertinentes-, oportunas siempre, de forma incisiva, como filoso filósofo-poeta que es, y si no pregunten ustedes a Octavio Paz en su más allá cómo le fue. En ambos ensayos se cuela pertinente la “Muerte sin Fin”, de José Gorostiza (su anterior y espléndido ensayo, publicado en un gran libro), y el desarrollo de temas como el que dilucida qué es el “instante”, que tantos poetas –como Paz- mencionan en sus versos,  y otros temas como las amistades peligrosas –el suicidio de Jorge Cuesta-, la lecturas, las filosofías adoptadas –de Cuesta y Paz- bajo la influencia de Hegel, Kant, Heidegger, Sartre, Neruda (con los altibajos de la relación amistosa de éste con Paz), Sor Juana, etcétera…etcétera.

Una maravilla para el conocimiento y el crecimiento intelectual de sus lectores.   

 

Tanto como la de Soderberg o de Escalante me gustó la poesía de la chihuahuense Reneé Acosta, reunida en su nuevo libro “Metafísica del Ojo” (Solar Colección-ICHICULT, 2012). Ella es una poeta fuera de serie, que fue menospreciada cuando vivió en la ciudad de Durango, ninguneada por funcionarios del Instituto de Cultura (ICED), y que ante tan negro panorama regresó a su tierra. “Vuelvo a transitarme en cada cielo, en cada instante –nos dice Reneé en la solapa de su poemario, a manera de presentación- Soy la luz del sol y la linterna del sereno dubitativo. Soy y no soy la lámpara del hombre que busca un sabio. Ni lo busco ni lo rehúyo y me encuentro multiplicado.

“Soy la ventana y la luz que traspasa la botella, me tomo con la mano y me bebo; colocando mi boca sobre mí, me sorbo y desafío. Soy silla y me siento sobre mí, mientras me veo servirme una copa. Me coloco sobre mí, distante la mirada; me caigo lágrima de mis ojos. Mi sombra azota la puerta y viaja. Soy una estrella más adelante, fugitiva. Caigo. Sobrevuelo cientos de eones y millones de cielos interestelares. Mientras, zumbo con mis alas fascinado por mi luz, la luz gasificada de mi condensación que se ilumina. Me quemo en mis alas, absolutamente. Luz de luz, loto fractal, nirvana. Filtrado entre mis ojos poliédricos, afónicos, atónitos, ensimismados. Ascendiendo con mis alas me escucho, me lanzo a los brazos de mi amor, mi verdadero amor, los brazos, mis brazos entrelazados”.  

 

Concluyo con Atenea Cruz, joven y bella poeta de Durango que reeditó “Suite de las fieras” ( Estudio Mano de Papel, 2013) , poemario que en 2012 recibió el Premio de Poesía Beatriz Quiñones, un libro breve, de rica substancia por su carnalidad y grata sensualidad femenina –que me hizo recordar a las mujeres que recrea Jaime del Palacio-, por sus profundas metáforas que dicen lo indecible -lo que mochos y perversos callan-, y que ella desvela con la sabiduría de quien sabe que la palabra es, además de confesión y comunicación, un orgasmo prendido de  poéticos alfileres que puede invocar nuestro ser más íntimo -y darle luz-, en su andar por la vida con el cuerpo, el alma, y la conciencia atroz que surge de nuestras entrañas físicas y espirituales.

 


Publicado en la revista

2mil14   /Abril 2014


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