Los caminos lloran - Por Isis Castillo

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Shakermaker (Michael Spencer Jones)
LOS CAMINOS LLORAN




Por Isis Y. Castillo
[Durango, México]

   Perdón mamá, pero no puedo volver.
Tienes razón, decidí muy precipitadamente, pero está hecho.
Debo decirte que al girar la llave solté varias lágrimas. Tal vez de tristeza por dejar tantas cosas o quizá de angustia por lo que me espera. 
«Agua saladita refrescó mis mejillas y algo bailaba en mi garganta. Estaba llorando, sí, eso era.

Las casas que colindan con la mía parecían lejanas. Caminé tantos soles por esas calles y las había observado a detalle. De pronto parecían ajenas, así como las nubes que nos rozan la cabeza, pero huyen a nuestros dedos; así como las estrellas fugaces, que no nos pertenecen. —Madre, así sentía las casas de los vecinos—.
Después vino el cielo más desnudo, libre de cables y más gris. Mi cara estaba helada por el llanto y el viento que se extendía sobre la carretera. Mis cabellos danzaban suave en mi frente. Era la libertad haciéndome cosquillas, incitándome a seguirla y a aferrarme a ella.

Al pasar por la cabaña junto al lago, pensé en ti. No, mentira. Más bien, al pensar en la casa, recuerdo que querías entrar en ella
»
Confieso que no te echo de menos, mamá.
«Después de la cabaña, ¿Recuerdas qué había? Anda, yo se que te acuerdas. ¿Acaso te has olvidado de Lola? Sí, si, en la entrada del lago estaba ella con sus canastos en el piso, ¡se veía hermosa! Miraba la tierra bajo sus pies desnudos. Me daba la impresión de que ella estaba ahí hacía siglos.

El asfalto empezó a gemir. Uno cree que las nubes chocan, pero es la tierra que está triste. Sentí un escalofrío cuando el cielo mando un hechizo para hacerla callar.
Los caminos empezaron a llorar, sus lágrimas subieron al firmamento, porque es allá donde se hacen grandes, donde rebotan y luego nos bañan.
Los árboles estaban contentos, sentían el vibrar del viento y se movían.

Los recuerdos exigían ser atendidos, sobre todo los de la tía Danna, ella y su puro en la boca 
 ».

El atardecer llegó despacito, porque su presencia es inadvertida en el tiempo.
Ahora los jardineros de la noche salen a sembrar miedo y soledades. Es de noche y tengo que colgar. Me encantó escuchar tu voz. Admito que me lastimaste cuando te fuiste. Tu verdad pega fuerte en mi oído, pero ¿sabes? No te guardo rencor. Todo lo contrario.
Madre, mis pies nunca golpearon tu vientre. Así quisiste y así fue.

Amarraste mis pies a la tierra, pero ahora me toca volar, volaré sin ti, madre.




 Isis Y. Castillo, nació en la ciudad de Durango en algún día de algún mes, hace algunos años. Es fan de Julio Cortázar

3 comentarios:

Anónimo dijo...

hola soy un amigo y en verdad que me sorprende la lectura es muy bella algo melancolica pero muy bella te deceo lo mejor y por lo leido mucho exito llegaras hasta donde tu te lo propongas o quisa mas lejos jeje bueno pues que puedo decir? me encanto esta genial te quiero y chaoo

Arte, literatura y algo más dijo...

Gracias por tu vista anónimo. Saludos

Anónimo dijo...

jejeje muy buena tu lectura. expresa algo muy curioso que para mi es la tristeza que se siente al deprenderse o mas bien empezar algo nuevo.
me llego...
sigue escribiendo xD