RESEÑA

AMÁRRATE A UNA ESCOBA Y ALCANZA EL CIELO

|Bejamín Gómez Ruiz

Amárrate a una escoba y alcanza el cielo nos interna en el espacio humano, demasiado humano, que se identifica en la angustia, en la pasión, en la fe, en el amor, en Dios. Nos muestra metáforas que nos permiten incrustarnos en el mundo del más allá desde un más acá bajo los ojos del ángel que acompaña al poeta en su recorrido por la vida situándole en una dimensión existencial y efímera.

Duele para el poeta ser de carne, como quien está “arrojado al mundo” sin sentido, en espera de ése Dios prometedor de felicidad eterna, del que ha nacido y al que irremediablemente debe retornar para acogerse en su regazo de seguridad y armonía total. Duele ser de carne porque el amor, la pasión y el placer que son de este mundo, se confunden y llevan al vértigo por la falta de redención divina. Duele separarse del ángel y despertar en el exilio condenado al patíbulo de la horca del placer.

El poeta se encuentra en el tejado que le inspira su musa, su monjita, que le sitúa en el espinazo de la duda frente al tiempo que transcurre y en conocimiento arrebatado por la muerte que se lleva todo e irremediablemente acoge a las almas en su eterno descanso.

La palabra lleva al poeta con linaje de locura quijotesca a encontrarse a sí mismo y a volver a su dios, a su palabra, a su verso desencadenado, libre y genial. Desprovisto de una divinidad arrebatada por el conocimiento, el poeta nos muestra su idea de dios como palabra o al revés.


Poesía simple es “amarrarse a una escoba y alcanzar el cielo”, a la escoba que barre la tierra y la toca y la siente, pero que la comunica hacia arriba, ahí donde está el ser hombre de arcilla y saliva, ahí donde se encuentra la divinidad, ahí donde la palabra del poeta nombra la realidad y dice su simple esencia desgarrada.










Benjamín Gómez Ruiz.  Es profesor investigador en la Universidad del Mar en el área de Ciencias Sociales y Humanidades.

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